Vamos a resumir, en primer lugar, la secuencia de los hechos que hemos expuesto en las dos anteriores entradas del blog:
1.- Los bancos centrales, a raíz del estallido de la burbuja tecnológica en el año 2000 y el atentado contra las Torres Gemelas en el año 2001 y los acontecimientos posteriores (guerras de Irak y Afganistán, con el consiguiente aumento del déficit público de Estados Unidos), emprendieron una política monetaria expansiva con bajos tipos de interés.
2.- Como consecuencia de esta política monetaria expansiva, las entidades financieras aumentaron su actividad crediticia.
3.- Dicho aumento de la actividad crediticia generó un aumento del precio de los activos inmobiliarios sin producir un aumento de los precios al consumo (por la entrada de productos elaborados a bajo coste en Asia, fundamentalmente China).
4.- El aumento del precio de los activos inmobiliarios no se debió a unas condiciones estructurales del mercado sino, más bien, a un círculo vicioso provocado por la propia actividad crediticia. Los préstamos hipotecarios concedidos estaban garantizados por inmuebles valorados a precios inflados, paradójicamente, por la concesión de los propios préstamos.
5.- En España, no existían ahorros suficientes para cubrir toda la inversión en viviendas que se produjo pero el aumento de la actividad crediticia se vio alimentado por la entrada de capitales extranjeros a través, de un modo muy importante, de las operaciones de endeudamiento de las entidades financieras y de las operaciones de titulización.
6.- Cuando a mediados de 2004 y finales de 2005, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, respectivamente, empiezan a subir tipos para parar el crecimiento de la burbuja, se consigue frenar el crecimiento de precios de los inmuebles, pero disminuye la actividad crediticia en el momento en que empiezan a incorporarse al mercado las viviendas iniciadas al calor de la burbuja.
7.- Los precios de los inmuebles, entonces, empiezan a darse la vuelta sin que, paradójicamente, se les logre encontrar salida, ya que lo que hacía posible su venta, los préstamos bancarios, han empezado a reducir su ritmo de crecimiento.
8.- Igualmente, la subida de tipos provocó que aquellos prestatarios cuya cuota hipotecaria/ingresos era mayor empezaran a tener problemas para hacer frente a sus operaciones.
9.- En esta situación, empezaron a converger una serie de hechos (aumento de impagos en las operaciones hipotecarias, inicio de proceso de ejecución de inmuebles cuyas hipotecas estaban siendo impagadas, acumulación de viviendas que no encontraban la posibilidad de ser vendidas…) que agudizaron la bajada de precios de los inmuebles. (Es importante reseñar, en este punto, cómo, en marzo de 2007, empiezan a surgir problemas en determinados fondos de titulización que acaban perjudicando a Wall Street y a las bolsas europeas, tal como pueden comprobar en estos enlaces:
Retengan la fecha, por favor: marzo de 2007. A partir de este punto, era absolutamente esperable que los problemas en el mercado hipotecario empezaran a afectar, más tarde o más temprano, a las entidades financieras y a la economía real).
10.- Ante la agudización de dicha bajada de precios, empieza a cundir el pánico sobre el valor real de los fondos de titulización hipotecaria y sobre la solvencia real de las entidades financieras, con lo que el flujo de dinero hacia el mercado hipotecario se paraliza y, con él, la actividad de la construcción. Simultáneamente, la desconfianza mutua entre las entidades financieras provoca que el mercado interbancario se paralice, de forma que dejan de concederse préstamos entre ellas. (Esta situación se produjo en agosto de 2007, -vuelvan a quedarse con la fecha, por favor-. Vean los enlaces que adjunto a continuación si quieren comprobarlo y, además, para obtener información adicional sobre lo sucedido:
11.- Los países como España donde el sector de la construcción había adquirido un peso muy importante, sufren un desplome mayor que aquéllos en los que dicho sector no había adquirido tanta relevancia.
El hecho de que, en España, simultáneamente, se produzcan las dudas sobre la solvencia de las entidades financieras y el fuerte desplome de la actividad económica, en especial del sector de la construcción tiene una serie de implicaciones importantes que condicionan nuestra salida de la crisis.
Para entenderlo, vamos a poner un ejemplo que nos resulte familiar a todos. Imaginemos que una persona cobra por su trabajo 1.200,00 euros netos al mes. Para afrontar sus gastos, dicha persona dispone de una tarjeta de crédito con 300,00 euros. Esta persona, además, paga una cuota mensual de 200,00 euros de un préstamo concedido para la adquisición de un automóvil. Es decir, esta persona viene a gastar unos 1.000,00 euros al mes. Un día, la empresa donde trabaja empieza a tener dificultades económicas. Ante ello, le comunican que va a haber una reducción generalizada de salarios, con el fin de superar el bache y que en los próximos meses su nómina se va a reducir a 900,00 euros. Las dificultades de la empresa se hacen públicas y, entonces, su entidad financiera le da de baja su tarjeta de crédito, porque no confía en que pueda mantener su puesto de trabajo en el futuro. Por lo tanto, cuando se le abona el importe reducido de su nómina, el banco le carga de golpe los 300,00 euros que ha consumido de su tarjeta, para proceder a su cancelación. De esta forma, le quedan libres, una vez que paga la cuota del préstamo 400,00 euros. Recordemos que su nivel de gastos, al principio de todo, era de 1.000,00 euros, de forma que esta persona empieza a hacer diversos recortes (reduce sus comidas fuera de casa, se da de baja en la televisión de pago, se da de baja en el gimnasio…), para poder reequilibrar su presupuesto en un 60%. De forma complementaria, decide empeñar algunas joyas heredadas de su familia y vender otras para poder obtener recursos provisionales hasta que su situación se acabe enderezando.
Bueno, pues algo así ha pasado con las entidades financieras. En un momento dado, se ha enfrentado a un empeoramiento de la situación económica y, en especial, del sector de la construcción (lo que en el ejemplo anterior vendría a ser la entrada en dificultades de la empresa donde trabajaba nuestro sufrido ciudadano), de forma que empiezan a aumentar los impagados y, a la vez, no se dan salida a las operaciones inmobiliarias cuya construcción han financiado (reducción del importe de la nómina). Se produce así, una pérdida de confianza de los inversores en la solvencia del sistema financiero y entre las propias entidades, lo cual paraliza la entrada de fondos en las mismas (cancelación de la tarjeta de crédito). Ante ello, los recursos de los que disponen los destinan a ir atendiendo a los vencimientos de deuda (pago de la cuota del préstamo) e interrumpen el flujo de crédito a los hogares y a los sectores productivos (reducción de gastos). Así, tiene lugar una nueva ronda de la crisis, generada por la interrupción del crédito a familias y empresas.
Y así, llegamos a dos de los puntos críticos de la actual situación. ¿Qué soluciones se adoptaron en España ante la crisis? En una primera fase (hasta el año 2010), básicamente, dos y, ambas, derivadas de un diagnóstico equivocado, consistente en concebir que la crisis era un bache pasajero y que la prioridad era minimizar los efectos de la recesión mediante medidas de carácter compensatorio.
Así, para paliar la falta de liquidez de las entidades financieras se creó el FAAF (Fondo de Adquisición de Activos Financieros), con fecha 10 de octubre de 2008, de un importe de 30.000 millones de euros, ampliable a 50.000 millones, mediante el que se proporcionaron recursos a dichas entidades mediante la compra (temporal o en firme) de títulos sin riesgo (en en el ejemplo que nos está sirviendo de referencia, ello es equivalente a la venta o empeño de joyas para compensar la caída de ingresos). Es obvio que este remedio, en términos médicos, era similar a la labor de un analgésico. Paliaba síntomas pero no atacaba la raíz del problema, ya que en el momento en que todas las joyas fueran vendidas, la fuente de recursos quedaría agotada y, si no se ha resuelto la cuestión de fondo, ello sólo habría servido para ir saliendo del paso momentáneamente. Y recordemos que el primer estallido del mismo tuvo lugar en marzo de 2007. Es decir: se toman medidas meramente paliativas ¡¡¡un año y siete meses después de que aparecieran las primeras señales claras de alarma!!!
Por otro lado, se optó por una política fiscal expansiva, con un fuerte aumento del déficit público, con el fin de paliar los efectos de una crisis que se consideró que iba a ser breve. Vean el siguiente gráfico, obtenido del Boletín Económico del Banco de España de julio-agosto de 2009:
En el gráfico de la izquierda, se observa claramente como el déficit del Estado desde mediados de 2008 aumenta con contundencia desde una situación inicial de superávit (aparecen dos variables distintas, CAPACIDAD/NECESIDAD DE FINANCIACIÓN y DÉFICIT DE CAJA, que siguen criterios distintos, pero que, en esencia, y para no complicar la exposición, vienen a reflejar la diferencia entre ingresos y gastos). Si observamos el gráfico de la derecha, es cierto que hay una fuerte disminución de los ingresos desde inicios de 2008 (línea de color morado), como consecuencia de la caída de la actividad económica, pero no es menos verdad que los gastos (línea azul discontinua), en vez de frenarse, sigue manteniendo su senda de ascenso continuo, indiferente al déficit público generado.
Como consecuencia, de este aumento del déficit, el endeudamiento de las Administraciones Públicas experimentó, simultáneamente, un aumento considerable, tal como se puede ver en la siguiente tabla, extraída del estudio El endeudamiento de los sectores institucionales en España, de Mª Jesús Fernández, publicado por FUNCAS y al que ya hicimos referencia en la entrada anterior:
Observemos que, con independencia de los dos criterios utilizados -el de las cuentas financieras del Banco de España o el empleado para el Protocolo de Déficit Excesivo de la UE (PDE)-, el aumento del endeudamiento es espectacular. Así, según el criterio de Cuentas Financieras, dicha magnitud era del 41% del PIB en 2007, y en 2009 fue del 61,8%. Según el criterio del PDE, la cifra era del 36,2% en 2007 y pasó a ser del 53,2% en 2009. De este modo, si desde el año 1998 se había logrado experimentar una fuerte reducción del endeudamiento público, en un solo año se echó por tierra todo ese esfuerzo y se retrocedió 8 años en la senda recorrida. Es decir, si, como decíamos en la anterior entrada, empresas y hogares padecían un fuerte problema de endeudamiento, el único sector que había hecho el camino contrario, lo deshace e incurre en el mismo error. Es decir, el remedio aplicado fue, metafóricamente, el de atiborrar de azúcar a un diabético.
En definitiva, se toman bien medidas paliativas tardías bien medidas con un sentido claramente erróneo, de forma que la situación económica no se recupera y manifiesta una tendencia claramente peor a la media de la UE (como vimos en la primera entrada del blog). Como consecuencia de ello, llegamos a una situación crítica a principios de mayo de 2010, que nos colocó al borde de la suspensión de pagos y empezó una segunda fase de medidas de política económica que ha suscitado mayores apoyos pero que, en mi opinión, hay que valorar con cierto espíritu crítico.
Efectivamente, en los días 6-7 de mayo de 2010 coincidieron una serie de hechos que pusieron en peligro la continuidad de la suscripción de la deuda pública española por los inversores extranjeros y casi impidieron la refinanciación de las emisiones. (De hecho, el 6 de mayo del año pasado, el Gobierno tuvo que pedir ayuda a la banca para evitar el fracaso de una emisión de bonos:
Desde entonces, el Gobierno dio un giro a su política económica, con recortes en el gasto público, subidas de impuestos y reformas en el sistema de pensiones o en el mercado laboral. Pero creo que hay un problema en el conjunto de medidas que vamos a plantear, también, como una metáfora en términos médicos. Imaginemos que una persona ha sufrido un infarto y recibe la visita del médico. El médico, entonces, le dice a su paciente: “Mire, a partir de ahora, usted va a tener que cambiar sus hábitos: nada de tabaco, nada de alcohol, nada de comidas copiosas, nada de grasas saturadas, tendrá que hacer más ejercicio, no puede hacer una vida tan sedentaria…”. Lo que dice el médico parece razonable, ¿no? Pero, ¿se imaginan ustedes que el médico le estuviera diciendo esto en pleno ataque al corazón? Lo que pensaríamos es: “El médico tiene razón. Pero lo que tiene que hacer en estos momentos es combatir la obstrucción que está afectando la circulación de la sangre en el corazón y, sólo entonces, hablar de cambio de hábitos al paciente”. En gran medida, eso es lo que nos está sucediendo. Las reformas que el Gobierno ha planteado pueden manifestar sus efectos positivos una vez que hayamos retomado la senda del crecimiento. Pero, ahora mismo, dicha senda no se ha recuperado porque sigue habiendo una obstrucción en la circulación del sistema que nos mantiene clavados en el estancamiento económico.
Con todo de lo que hemos hablado en las tres primeras entradas del blog, en la siguiente estaremos en condiciones de explicar cuál es dicha obstrucción (aunque ya lo hemos insinuado) y podremos plantear soluciones a la situación actual.
José Manuel, estas planteando una novela con suspenso y espero la próxima entrega en la que ...si es que existen, plantearas soluciones a la situación actual. Que existen si, claro que existen, pero quien le pone el cascabel al gato.
ResponderEliminarSaludos,
Jorge