EL GRAN RECORTE: NO ME LLAMES RESCATE, LLÁMAME LOLA… (VI)



En nuestra última entrada, resumíamos en una única fórmula los distintos elementos que influían en el coste unitario por producto y, a partir de él, el “Índice de precios interior”:

w
P = (1+z) * (---------- + mp + ocu)
a

Hay tres elementos en este punto sobre los que conviene llamar la atención: ocu, mp y z.


1.- Otros costes unitarios (ocu).- Ronald Coase, Premio Nobel de Economía en 1991, analizó la importancia de los costes de transacción en el desenvolvimiento de una economía. La clave de su razonamiento residía en que costes aparentemente insignificantes a la hora de efectuar compras o realizar inversiones, pueden acabar disuadiendo de que las mismas acaben llevándose a cabo o provocando la falta de beneficio económico de las mismas.  Pensemos en los costes administrativos y burocráticos para instalar un nuevo negocio o crear una nueva empresa. O en los costes de la misma índole que soporta cualquier empresa ya en funcionamiento o cualquier ciudadano de a pie a la hora de realizar gestiones ante la Administración. O en los impuestos y tasas que soportan todo tipo de transmisiones (pensemos en la venta de un inmueble de segunda mano: un bien, que ya ha pagado, en su momento, su IVA correspondiente, en posteriores transmisiones tributa por el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales, y, por plusvalías, ante el Ayuntamiento donde se ubique y, también, en el IRPF -?!-). O pensemos, igualmente, en los retrasos, dilaciones y prolongaciones no previstas en el tiempo que sufren muchas obras públicas y acaban provocando el cierre de muchos negocios en la zona donde se realizan. Estos “costes” aparentemente asumibles, son un lastre para cualquier economía, invisibles cuando todo va bien, altamente gravosos cuando se atraviesa una crisis. Por ello, sería necesario, en este aspecto, abordar tres puntos:

a.- Reducir todo tipo de costes y trabas administrativas a la hora de la creación de empresas.

b.- Generalizar la Administración Electrónica para todo tipo de trámites de empresas y ciudadanos.

c.- Eliminar la múltiple imposición en cualquier transacción. Imponer el criterio de “una transacción, un tributo (como máximo)”. Eliminación progresiva de tributos en el intercambio de bienes que ya han sido gravados en transacciones previas.

d.- Implantación de mecanismos en la realización de obras públicas para optimizar su duración temporal y minimizar su impacto en empresas y ciudadanos.

Uno de los ejemplos más espectaculares de lo que supuso reconocer la realidad de los costes de transacción y actuar en consecuencia fue la gestión de Sir John James Cowperthwaite al frente de la Secretaría de Finanzas de Hong Kong en el período 1961-1971. Cuando se encontró con que miles de personas huían de la China comunista y se instalaban en la colonia británica, surgió el dilema de qué medidas adoptar para dinamizar la actividad económica y dar trabajo a todos ellos. ¿Qué hizo Cowperthwaite? PUES NO HIZO NADA.






O, mejor dicho, dejó hacer a los propios ciudadanos. Los criterios por los que guió su política fueron: pleno impulso a la iniciativa empresarial individual, eliminación de trabas administrativas inútiles, imperio de la ley, porcentaje sobre la renta personal y sobre los beneficios empresariales a una tasa única del 15%, eliminación de subsidios y aranceles, mantenimiento de una moneda fuerte, equilibrio permanente en los presupuestos públicos…  Aplicando todas estas medidas, la economía de Hong Kong empezó a crecer a tasas del 9% anual (http://gwulo.com/node/6190). Aunque, en las circunstancias españolas actuales, no podría copiarse, sin más, este modelo, resulta evidente que los aspectos más viables (centrados, sobre todo, en la eliminación de trabas burocráticas que resultan ineficaces e ineficientes y en la máxima flexibilidad para la creación de nuevas empresas) podrían significar una importante reducción de costes (en realidad, un enorme peso muerto) en nuestro sistema económico.



 
Vista del distrito financiero de Hong Kong.





2.- Materias primas y energía (mp) y margen empresarial (z).- Conforme lean, comprenderán por qué agrupo ambos conceptos.

En la actual crisis, los márgenes empresariales se han resentido gravemente. Pero, simultáneamente, no todas las empresas y los sectores económicos se han visto afectados por igual. Vean el siguiente cuadro, elaborado a partir de los datos de la Encuesta Industrial de Empresas del Instituto Nacional de Estadística. En el mismo, comparamos el resultado obtenido en el ejercicio con los ingresos de explotación totales:





Parece claro que los obtenidos por los sectores relacionados con producción de energía eléctrica y con la producción de gas son sustancialmente superiores a los obtenidos por la media de las empresas industriales.

Si nos vamos a los datos de rentabilidad financiera, o ROE, (es decir, beneficio neto sobre recursos propios), también podemos extraer conclusiones interesantes.

En boletín económico del Banco de España de octubre de 2010, se analizan las cifras de la Central de Balances, y aparece el siguiente cuadro donde se puede ver la evolución de la ratio mencionado en el período 2006-2008:




Fuente: Banco de España

Observemos que la media del total de empresas en 2008 se mueve en torno al 10% (aproximadamente 5% para las PYMES y en torno al 15% para las grandes). Sin embargo, las empresas de energía obtienen una rentabilidad financiera del 15% en ese mismo año, con independencia del tamaño.

En el boletín económico del Banco de España de noviembre de 2011, hay otro estudio similar sobre los resultados de las empresas no financieras en 2010 y hasta el tercer trimestre de 2011 (en dicho estudio, ya no se hace el desglose por sectores como en el año anterior: no me pregunten por qué, aunque, últimamente, las estadísticas económicas, en vez de clarificar tienden a hacer más opacas las conclusiones):




Fuente: Banco de España

Observemos cómo, en las empresas pequeñas, la ratio se acerca al 0% en 2009 y 2010, mientras que, para las grandes empresas, el porcentaje está en torno al 9% en esos mismos años.

Para intentar determinar cómo se han comportado los sectores de producción de energía eléctrica y producción de gas en los últimos años, he solicitado al Registro Mercantil las estadísticas sectoriales y las conclusiones las pueden ver en los siguientes dos cuadros:




Fuente: Elaboración propia a partir de Estadísticas Sectoriales del Registro Mercantil

Podemos observar que, en el caso del sector eléctrico, salvo un mal año para las empresas de mayor dimensión en el año 2008, la ratio suele estar por encima del 10%. En el caso de producción de gas, no suele bajar del 4%.

Todas estas cifras demuestran una realidad denunciada desde hace décadas: la existencia de sectores protegidos, donde no funciona una competencia real, con una importante rigidez de precios (en consecuencia) y que tienden a elevar los costes de todo el sistema económico. Actuar sobre esta realidad, favoreciendo una auténtica competencia, haría que la variable “mp” descendiese y, de paso, la variable “z”, también.

Por tanto, para conseguir una mejora de nuestra competitividad no es absolutamente necesario embarcarse en un proceso de deflación de salarios y precios como parece querer indicar las medidas de política económica adoptada. Se puede actuar sobre otras variables y lograr el mismo objetivo. Se puede aducir que esto sería un proceso lento. Pero es que, repetimos, un proceso de deflación de precios y salarios también lo es y, además, altamente costoso en términos sociales.  Como decía Keynes en Las consecuencias económicas de Mr. Churchill: “La deflación no reduce los salarios «automáticamente». Los reduce produciendo desocupación”. Igualmente, Paul Krugman en ¡Acabad ya con esta crisis! (2012) indica: “No conozco ningún país cuyas instituciones y mercado laboral le faciliten responder a la situación que acabo de describir para España por la vía del recorte salarial generalizado”.

Es decir, la política económica puede y debe incidir en otras áreas y aspectos diferentes a los que se están incidiendo en la actualidad (no digamos ya las posibilidades de incidir en la productividad, es decir, la variable “a”, a través de una mejora del sistema educativo; pero, hay que reconocer, que eso llevaría más tiempo). Pero el gran problema es que ello supone modificar el statu quo de muchas grandes empresas. Y ello supone un problema, más político que económico. (Recordemos que la dimisión de Enrique Fuentes Quintana como Vicepresidente del Gobierno para Asuntos Económicos, en febrero de 1978 se debió, en última instancia, a la oposición de la patronal eléctrica –UNESA- a su proyecto de nacionalizar la red eléctrica de alta tensión).

En nuestra próxima entrada, finalizaremos el análisis del “gran recorte”, haciendo un resumen de todo lo expuesto.

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