En nuestra primera entrada del blog, allá por diciembre de 2010 (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2010/12/el-vuelo-de-icaro_22.html), publicábamos el siguiente gráfico, en el que nos basábamos para afirmar que la gran caída del PIB y el gran aumento del desempleo no se debían, fundamentalmente, a un comportamiento radicalmente distinto de nuestros precios y salarios de la media de la UE:
Fuente: Banco de España
Una noticia aparecida en www.vozpopuli.com el pasado 29 de julio
venía a insistir en el mismo punto (http://vozpopuli.com/economia/12354-espana-pierde-nivel-de-vida-los-salarios-han-crecido-la-mitad-que-los-precios-en-la-ultima-decada).
Su titular era: “España pierde nivel de vida: los salarios han crecido la mitad
que los precios en la última década”. Con dos simples datos, podemos hacernos
una idea clara de las diferencias entre España y Alemania:
1.- Desde la entrada del euro, el
IPC ha avanzado alrededor de un 30%, mientras que los sueldos sólo han crecido
una media del 15%.
2.- En Alemania, según el estudio
“Alemania en cifras 2012”, elaborado por el Instituto de la Economía Alemana,
salarios y precios han seguido una evolución muy similar (45% de incremento de
los salarios, frente a un 43% de aumento de los precios).
A la luz de esta información,
¿podemos simplificar los problemas que padece España afirmando que los aumentos
salariales nos han hecho perder competitividad?¿Podemos reducir la cuestión a
llevar a cabo, desde la política económica, un proceso de deflación de precios
y salarios (tal como describimos en una entrada anterior: http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2012/07/el-gran-recorte-no-me-llames-rescate_17.html),
con el fin de restaurar nuestra competitividad?
Es obvio que la respuesta a ambas
preguntas es NO. Está claro que hay
factores en nuestra economía que empujan a los precios por encima de los
incrementos salariales. (Sin perjuicio de que en sectores o actividades
concretas, el nivel salarial sea insostenible para generar una rentabilidad
razonable en las condiciones actuales de mercado). Y, adicionalmente, por ello mismo,
no estaría claro que una reducción salarial produjera una caída del índice de
precios de la misma cuantía.
Ya en la obra Problemas económicos españoles en la década
de los 90 (coordinada por el profesor Enrique Fuentes Quintana y publicada
por Galaxia Gutenberg en el año 1995), se indicaba (a partir de la página 151):
“Se ha afirmado, con fortuna y
con verdad, que las dos propiedades más destacadas de nuestra inflación son las
que se derivan de su doble carácter diferencial
(con la de los países de la UE) y dual,
que registra el comportamiento diferente entre el componente de los precios de
los servicios y de los bienes comercializables de la industria. Esa dualidad
está causada (…) por la capacidad de ciertos y fundamentales servicios de
trasladar a sus precios aumentos de coste, con independencia de su productividad,
contando con el dominio de estos sectores de sus mercados, cerrados a la
comercialización exterior y a las competencias interna y externa. (…) Los
efectos de ese comportamiento no sólo son un motor de la inflación, sino que se
dispersan en distintas direcciones y todas ellas negativas (…) pues dañan la
competitividad de la industria, reducen la eficiencia económica y limitan las
posibilidades de empleo.
Por todos esos motivos, las
reformas estructurales tendentes a implantar la liberalización y la competencia
en los mercados de servicios constituyen un cambio estructural de la mayor
importancia (…). Las listas ofrecidas por el Tribunal de Defensa de la
Competencia han seleccionado los principales sectores que deberían polarizar la
atención social y política: el de los transportes (con logros importantes (…)
en el transporte aéreo, pero con reformas pendientes (…) en el transporte
ferroviario), en las telecomunicaciones (…), en el sector de la energía
eléctrica (…), en el mercado del suelo (…), en el sector de las profesiones (…),
en los monopolios locales (en los que no se ha logrado remover los obstáculos
de ciertos servicios a la competencia, como los funerarios o los de transportes
urbanos), en el del comercio (…) y en otros sectores (entre los que destacan
las farmacias, puertos, cines y distribución de carburantes)…”
Si exceptuamos la telefonía
móvil, todas las demás actividades que se mencionaban hace 17 años siguen pendiente
de reformas liberalizadoras efectivas y no meramente formales. ¿Cuál es
el problema? Evidentemente, el poder de presión de grandes corporaciones y lobbies bien organizados que impiden
cualquier cambio que fomente la competencia en sus sectores respectivos. Partiendo
de este punto de vista, no resulta razonable emprender un proceso de deflación
de salarios con el fin de proteger los márgenes de las grandes empresas y de
los sectores que tienen una capacidad de presión de la que carece el resto del
sistema económico. Como ya vimos (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2012/07/el-gran-recorte-no-me-llames-rescate_1197.html),
la existencia de una dualidad respecto a los márgenes y resultados de distintas
compañías y entidades, es algo fácilmente comprobable y verificable.
En definitiva, es necesario que
la política económica se desarrolle a partir de una más amplia perspectiva y no
con la estrechez de miras con la que se está llevando a cabo. El camino que
tenemos por delante será largo y difícil y no se trata sólo de emprender un
ajuste coyuntural sino de hacer reformas profundas en nuestra economía,
removiendo piezas que pretenden ser inamovibles y que, en realidad, sólo son un
lastre para la auténtica solución de nuestras problemas.
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