El pasado 27 de junio, se
hicieron públicos los datos de la auditoría de la matriz de Bankia, Banco
Financiero y de Ahorros (BFA), encargada a raíz de la nacionalización de la
entidad. Según la misma, BFA tiene un valor negativo de 13.635 millones de
euros (http://www.elmundo.es/elmundo/2012/06/27/economia/1340819865.html).
A partir de dicha cifra, parece
que la estimación de 19.000 millones de euros de inyección necesaria de capital
para el grupo BFA-Bankia, realizada por el nuevo presidente de la entidad, José
Ignacio Goirogolzarri, no es tan descabellada.
Para lo que, en un principio, es
difícil encontrar una explicación (el descomunal agujero patrimonial
localizado), resulta al final sencillo de entender si recordamos la forma en
que se realizó la reestructuración de Caja Madrid, Bancaja y otras cinco
pequeñas cajas de ahorros: fusión, agrupación de los activos “problemáticos” en
el “banco malo interno” (BFA) y segregación de los activos de calidad en un
“banco bueno”, Bankia, la cual se capitalizó con su salida a bolsa (siguiendo,
en esencia, el método del “side pocket” o “bolsillo lateral” propuesto en su
día por George Soros: http://www.eleconomista.es/interstitial/volver/ibanesto7jun12/mercados-cotizaciones/noticias/1014527/02/09/Soros-Podemos-hacer-algo-mejor-que-el-banco-malo.html
y que analizamos en su día: http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/05/remedios-para-una-crisis-ii-la.html).
A partir de ahí, los quebrantos latentes
en BFA se iban a ir absorbiendo con el tiempo ya que los beneficios procedentes
de Bankia servirían para que los mismos fueran compensados.
Esta estrategia de dilación en el
tiempo del necesario paso de aflorar todas las pérdidas presentes en activos
inmobiliarios incorporados en los años álgidos de la burbuja es un tremendo
error, como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, y repite el ya cometido
por Japón con el estallido de su propia burbuja a principios de los 90. Lo que,
sobre el papel, podía resultar sensato, se ha convertido en el inicio de un
círculo vicioso: cuando todas las entidades financieras han ido demorando el
saneamiento de sus balances, han restringido, como consecuencia, el crédito a
empresas y familias, ahondando, a través del aplazamiento de decisiones de
consumo e inversión, los efectos de la recesión, provocando el aumento del
desempleo y la desaparición de empresas e incrementando, como final del
proceso, el nivel de activos problemáticos presente en los balances. Es decir,
mayores pérdidas en el “banco malo interno” y menores beneficios en el “banco
bueno” y, por tanto, alargamientos inesperados en el tiempo de los procesos de
saneamiento…
Para solucionar el problema, hay
que afrontar simultáneamente la cuestión de la solvencia de las entidades, por
un lado, y el de generación de liquidez, por otro, de forma que, una vez
saneadas, las entidades restablecieran los flujos normales de crédito. Este
segundo punto no se ha resuelto y es el que obstaculiza la normalización de la
situación económica. Para el segundo problema citado es para lo que la idea del
“banco malo externo” (o “banco malo” a secas, que es como fue inicialmente
descrita) fue pensada (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/07/remedios-para-una-crisis-iv-la.html)
y, aunque llegó un momento en que ya no existían recursos en nuestro país para
afrontarlo, el reciente rescate a nuestra banca aprobado por la UE ha abierto
la puerta a realizar algo similar, al menos con las entidades nacionalizadas
pendiente de ser vendidas en subasta: Catalunya Caixa, Novacaixa Galicia y
Banco de Valencia (http://www.elconfidencialdigital.com/dinero/075826/las-condiciones-de-bruselas-para-catalunya-caixa-novagalicia-y-banco-de-valencia-crear-un-banco-malo-paralizar-las-subastas-y-no-vender-hasta-conseguir-un-precio-para-recuperar-el-capital-inyectado).
Es posible que esta opción no guste pero, de todas formas, hay que plantear
cómo reactivar el crédito, algo que no se va a conseguir sólo con la recapitalización.
Si no se consigue dicha reactivación, sólo cabrá seguir empeorando…
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