RECAPITULACIÓN SOBRE LA CRISIS EN LA UNIÓN EUROPEA





 





En las dos entradas anteriores (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2013/06/recapitulacion-sobre-la-crisis.html, http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2013/07/recapitulacion-sobre-la-crisis.html), habíamos hecho un resumen de todo lo que habíamos expuesto en el blog en relación a las causas, efectos y posibles remedios y respuestas a la crisis económica internacional. Hoy, vamos a hacer algo parecido pero ciñéndonos al marco de la Unión Europea. 

Cuando pasamos de un ámbito general a un ámbito particular, obviamente habrá elementos comunes a ambos pero también habrá elementos diferenciales que harán que el ámbito particular tenga una dinámica propia y distinta. En el caso europeo, ya vimos cómo se produjo al igual que en Estados Unidos, una caída del crecimiento de la productividad desde la década de los 60 hasta la actualidad. Igualmente, también el Banco Central Europeo ejecutó desde 1999 una política monetaria expansiva (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/10/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de.html) siguiendo la corriente que venía desde Estados Unidos. El factor diferencial en la Unión Europea fue el desarrollo de un proceso de integración económica con un entramado institucional deficiente, con el nacimiento de la moneda única como ejemplo paradigmático de ello (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/12/situacion-de-la-union-europea-una.html). Este diseño deficiente no dio problemas mientras la economía se encontraba en pleno proceso de expansión pero se reveló absolutamente disfuncional cuando sobrevino la recesión y hubo que hacer frente a los problemas que la misma generó.



La primera gran cuestión a la que no se le prestó la debida atención fue a los desequilibrios que empezaron a gestarse en la etapa de crecimiento económico. Como ya dijimos en una entrada anterior (http://eldedoeneldato.blogspot.com/2012/12/cual-es-el-espejito-de-blancanieves-de.html), el termómetro fundamental para detectar problemas de salud en una economía era la capacidad o necesidad de financiación de la misma. En el período 2000-2008, se produjo una preocupante divergencia entre la economía más importante de la Eurozona, Alemania, y las economías de los países periféricos (Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia), tal como se puede observar en el siguiente gráfico:





Fuente: EUROSTAT


Como se aprecia claramente, mientras que Alemania acumulaba saldos positivos en su sector exterior (con  una permanente capacidad de financiación de su economía), los países periféricos tenían una necesidad de financiación crónica que, además, no hacía más que crecer.

Si cada economía hubiese tenido su propia moneda, cuando la necesidad de financiación hubiese llegado a un punto límite, hubiese actuado el mecanismo habitual para restaurar la competitividad y volver a una situación de equilibrio, esto es, la depreciación del tipo de cambio. Con ello, los precios exteriores se encarecen y los interiores se abaratan, con lo que aumentan las exportaciones y se reducen las importaciones, con lo que el desequilibrio exterior disminuye y, con ella, la necesidad de financiación de esa economía. ¿Qué ocurre cuando no existe tipo de cambio propio? Pues que la competitividad se tiene que restaurar de cualquier modo pero, como no es posible hacerlo vía tipo de cambio, hay que hacerlo directamente vía precios. Es decir, se tienen que reducir los precios internos para que aumenten las exportaciones de bienes y servicios y las importaciones sean menos atractivas. El gran problema es que, como los precios son rígidos a la baja (como la evidencia empírica constata persistentemente), para que la misma tenga lugar es necesario reducir salarios y, para ello, en primer lugar, se aplican medidas contractivas con el fin de que el desempleo aumente y ello lleve a que los niveles salariales bajen (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2012/07/el-gran-recorte-no-me-llames-rescate_17.html).


Este ha sido el modelo de ajuste que ha sido aplicado en las economías periféricas y explica la dureza de la situación que las mismas están viviendo. Ello, además, se ha visto agravado por otras carencias del diseño institucional, especialmente la inexistencia de un sistema bancario unificado y de un mercado laboral permeable entre los distintos países. Lo primero, ha provocado que la desconfianza en la solvencia de las entidades de las economías más debilitadas haya paralizado, de hecho, el mercado interbancario y que, ante las crisis bancarias que han tenido lugar, hayan ido surgiendo medidas transitorias que han puesto a muchos ahorradores al borde del tan temido “pánico bancario”. La improvisación que hubo en la solución del problema de Chipre (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2013/03/chipre-o-cuando-lo-pequeno-no-es-hermoso.html, http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2013/04/chipre-el-enredo-continua.html) y las rectificaciones a que fueron sometidas las decisiones iniciales, es una muestra de la carencia de mecanismos para resolver problemas financieros en el seno de la Unión. Respecto a la cuestión del mercado laboral, posiblemente ello sea inevitable en un territorio con multitud de idiomas, legislaciones y culturas diferentes pero, obviamente, ello hubiera hecho necesario no avanzar en el proceso de moneda única hasta que no se hubiese avanzado en dicho tema. Sin embargo, se prescindió de dicha realidad y lo que está sucediendo es que la misma limita las posibilidades de movilidad laboral entre distintos países para aliviar la tasa de desempleo en los países que presentan cifras más elevadas.



En esta tesitura, el dilema es complejo. Por la explicación que antes hemos dado, podría pensarse que, ya que es la moneda única la que provoca la dureza en los ajustes de las economías periféricas, que lo mejor sería que los países con mayores desequilibrios acumulados abandonaran el euro, adoptaran su propia moneda y dejaran que la misma se devaluara para restaurar la competitividad. Sin embargo, no es lo mismo adoptar ese proceso partiendo de la existencia previa de una moneda nacional que emprenderlo debiendo salirse antes de una unión monetaria. Ello conlleva altos costes asociados, derivados de la necesidad de reformular todos los contratos y de recuantificar las deudas (con el dilema de cuáles se dejan en euros y de cuáles pasan a ser expresadas en la nueva moneda nacional) y una elevada incertidumbre que provocaría la paralización de los flujos financieros hacia el país que tomara tal decisión. Ante la dificultad de calibrar los efectos de un proceso de dichas características, la estrategia en estos últimos años, cada vez que un país ha caído o se ha acercado a una situación de bancarrota, ha sido emprender operaciones de rescate asociadas a la realización de ajustes en los gastos e ingresos públicos. El resultado conjunto de las medidas adoptadas ha sido la de ahondar en la recesión de los países implicados, de forma que los déficits presupuestarios no se han reducido y se han repetido periódicamente episodios de crisis de deuda que, en el caso griego, han llevado a la aplicación de importantes quitas (http://economia.elpais.com/economia/2012/02/23/actualidad/1330029491_937505.html, http://economia.elpais.com/economia/2012/03/19/actualidad/1332172593_453126.html) y en los casos irlandés y portugués (http://www.expansion.com/agencia/efe/2013/04/12/18255789.html) al alargamiento del plazo de devolución de los préstamos concedidos a raíz de los problemas de su sistema financiero y de la financiación de su déficit público, respectivamente.

Después de todos los ajustes efectuados (también en España e Italia), sólo la actuación del Banco Central Europeo el verano de 2012, anunciando una estrategia decidida de no permitir el repunte de los tipos de interés de la deuda pública (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2012/09/draghi-cogio-su-fusil.html) ha permitido calmar los mercados financieros y generar una cierta tranquilidad.

Pese a todo, la disyuntiva sigue ahí y constituye la gran duda para el futuro. Si las economías de los países periféricos no se recuperan, la salida del euro se revelará como inevitable. Si se recuperan pero vuelven los desequilibrios que ya se dieron en la anterior etapa de expansión, las presiones para la ruptura también serán insistentes y pueden llegar a tener, incluso, más éxito aprovechándose de unas circunstancias económicas más favorables. Si las diferencias de opinión con Alemania se acentúan, esta puede ser quien rompa la moneda única y cree una nueva moneda junto a los países económicamente más saneados de la Unión Europea (Holanda, Austria, países escandinavos…) y establezca un área monetaria que se pueda regir por los principios que le son gratos. Evidentemente, es posible que el euro sobreviva una vez que los desequilibrios económicos se resuelvan y los países retornen a una senda de crecimiento (aunque resulta difícil prever las divergencias que quedarán cristalizadas en relación a la renta per cápita y tasas de desempleo entre unas y otras economías). Pero hay un elemento que va a estar presente como una guadaña presta a caer: resulta altamente complicado mantener una unión monetaria que haga coexistir a países tan diferentes en lo económico, en lo social y en lo cultural. A partir de dicha circunstancia y con la ausencia de un liderazgo sólido en la Unión Europea y (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2012/06/el-imperio-no-contraataca.html) y con una gestión dominada por la burocracia y los procedimientos interminables, no podemos ser optimistas sino, como he escrito en algunas entradas, “brusescéptico” (es decir, no escéptico hacia Europa sino hacia lo que representa Bruselas, con todo su pesado y complejo aparato administrativo). Y en un mundo necesitado de entidades supranacionales eficaces, la parálisis de la Unión Europea es la peor de las noticias.



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