En nuestra entrada anterior (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2013/10/bill-gates-fcc-y-un-contexto-complicado.html),
habíamos empezado a explicar que en toda realidad económica se distinguen tres
niveles diferentes:
- Nivel técnico-económico.
- Nivel socio-institucional.
- Nivel axiológico.
Normalmente, se concede la mayor
importancia al primero (el correspondiente a los recursos estrictamente
materiales: la fuerza laboral, las infraestructuras, la maquinaria, las
instalaciones, la tecnología) pero los otros dos desempeñan, muchas veces, un
papel crucial en el desenvolvimiento de las sociedades.
Para poner un ejemplo claro, voy
a contar una anécdota de un amigo argentino que ejercía la abogacía en su país
a finales de los años 80. En 1988, adquirió un ordenador personal y descubrió
esa herramienta que fue la primera que utilizamos la mayor parte de los
usuarios de la informática que no éramos expertos en la materia: el procesador
de textos. Y, obviamente, vio desde el primer momento sus ventajas. Implicaba
un avance espectacular respecto a la máquina de escribir y se dispuso a
utilizarlo dado el ahorro de tiempo que suponía. Así que el primer recurso que
tuvo que presentar ante los tribunales lo redactó con la nueva aplicación,
haciendo dos copias del mismo. Pero los funcionarios judiciales le echaron para
atrás el documento. La razón es que así, para ellos, era más complicado
confirmar que ambas copias eran idénticas que si uno de los ejemplares
estuviera realizado en máquina de escribir con papel de copia porque, en este
último caso, no había dudas al respecto. De modo que tuvo que seguir
presentando la documentación escrita con máquina de escribir según el método
tradicional. Ello es buena muestra de que, con independencia de que el nivel
técnico-económico (la posibilidad de ahorro de tiempo mediante la utilización
de un ordenador) permita una mejora sustancial, si la mentalidad imperante (la
postura de los funcionarios judiciales) no permite que se aplique, su
existencia será en vano. Igualmente, si la estructura de poder y de toma de
decisiones, esto es, el nivel socio-institucional, no permite revertir la
situación (en el ejemplo, los funcionarios judiciales pudieron imponer su
criterio), el posible avance quedará en nada.
Esta realidad nunca ha sido ajena
al análisis de diferentes situaciones económicas. Es clásica la explicación de
cómo los gremios, anclados en prácticas medievales, fueron factores de freno
al desarrollo tecnológico de las
manufacturas a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX y cómo, los
países que avanzaron en la Revolución Industrial, lo hicieron quitándoles poder
y capacidad de prohibir la implantación de nuevos métodos de trabajo. De modo
más reciente, el economista sueco Gunnar Myrdal (Premio Nobel de Economía en
1974), en An American Dilemma (1944),
ya razonaba que la situación de la población negra en Estados Unidos provenía
de un círculo vicioso en que una legislación discriminatoria llevaba a dicho
segmento social a la pobreza o a la marginación, convirtiéndose ello en
argumento para justificar la existencia de dicha legislación (curiosamente, el
mayor desarrollo económico del Sur de los Estados Unidos, lugar en que esa
legislación discriminatoria era más intensa, en relación al resto del país tuvo
lugar a partir del momento en que se aprobó la Ley de Derechos Civiles que
hacía imposible la discriminación por motivos raciales). En Asian Drama (1968), expuso cómo el
sistema de castas sociales imperante en la India suponía un obstáculo
insalvable a las posibilidades de desarrollo económico del país.
La pregunta, entonces, sería: si
determinados cambios pueden traer beneficios generalizados a un país, ¿por qué
pueden llegar a no adoptarse? En términos generales, la respuesta es sencilla:
porque esos cambios pueden restar poder a quienes lo detentan. El sistema
esclavista, por ejemplo, era altamente ineficiente y, allí donde se ha
aplicado, ha llegado a un punto en que no daba más de sí desde el punto de
vista del nivel de vida general. Pero, claro está, su supresión perjudicaba a
quien se beneficiaba de tener mano de obra esclava. Sin llegar a considerar esta
situación tan extrema, y para comprobar que el mecanismo puede llegar a afectar
a cuestiones mucho más prosaicas, el utilizar el procesador de textos en vez de
la máquina de escribir implicaba restar poder a los funcionarios judiciales
argentinos de finales de los 80.
El conflicto entre los sistemas
de poder y las realidades técnico-económicas nunca se sabe cómo se puede
resolver. A veces, las estructuras socio-institucionales persisten tenazmente
hasta el punto de llevar al colapso a los sistemas económicos. El imperio
romano, por ejemplo, no fue derrotado por ninguna otra potencia. Sencillamente,
llegó a una situación en la que no generaba recursos para sostener las
estructuras necesarias para mantenerlo con vida. La mentalidad expansionista
existente en Alemania y Japón sólo se vio desplazada cuando ambos países
quedaron reducidos a escombros en la II Guerra Mundial. En otras ocasiones, los
movimientos sociales llevan a remover las estructuras existentes. Las
revoluciones inglesas del siglo XVII, la independencia estadounidense de 1776 o
la Revolución Francesa de 1789 son buenos ejemplos de ello.
Este tipo de razonamiento es
perfectamente aplicable a lo que está sucediendo en España.
Isabel II jura la Constitución de 1837. Óleo de José Castelaro. Museo
de Historia, Madrid.
Si atendemos a la evolución
histórica de España, es difícil no concluir que, en muchos aspectos, en nuestro
país todavía pervive el viejo régimen señorial sólo que reconvertido a los
tiempos actuales. Por detrás de las apariencias, lo que caracteriza a las
naciones más avanzadas (como ya advirtiera Alexis de Tocqueville en La democracia en América) es el peso de
lo que se llama “sociedad civil”, con todo lo que ello implica: intensa
fiscalización del poder, mayor importancia de las relaciones sociales
horizontales (es decir, las existentes entre los ciudadanos y los grupos
sociales) que las verticales (es decir, las que derivan de la interacción con
el poder), capacidad de desenvolvimiento de los ciudadanos sin la existencia de
trabas por parte de los poderes públicos, intransigencia frente a la
corrupción, cumplimiento estricto de los principios del Estado de Derecho, apertura
y tolerancia frente a los cambios, existencia de un amplio campo de oportunidades
en virtud del alto número de relaciones sociales establecidas... Serían las virtudes de lo que
Karl Popper llamó “sociedades abiertas”.
Frente a ello, las sociedades que
no han llegado a un estadio más avanzado (las que podemos denominar “sociedades
tradicionales”) presentan unas características bien distintas con rasgos
claramente acusados:
- IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES
CON EL PODER.- La clave en este tipo de sociedades es la cercanía a los grupos
que detentan el poder. Quienes disfrutan de ella, tienen mayores facilidades a
la hora de realizar negocios, hacer valer su opinión y defender sus intereses.
Quienes no disfrutan de ella, están expuestos a que las decisiones de los
poderes públicos les perjudiquen sin que puedan hacer valer la voz de la
mayoría.
- BUROCRATIZACIÓN.- La mejor
forma para impedir los cambios es imponer trabas y obstáculos a cualquier tipo
de procesos y, en la mayoría de las ocasiones, ello se plasma en pesados y
obsoletos procedimientos burocráticos que dificultan cualquier tipo de iniciativa.
- CORRUPCIÓN.- Como consecuencia lógica
de los dos elementos anteriores, se crea un entorno favorable a la existencia
de prácticas venales e irregulares por parte de los responsables políticos y
los funcionarios públicos.
- ENDOGAMIA.- Predominan los
grupos cerrados, desconectados entre sí, celosos de preservar su mayor o menor
parcela de poder, reticentes a ampliar su base y defensores, en última
instancia, de posiciones corporativistas que no dejan hueco a la satisfacción
de los intereses generales.
- LOCALISMO.- Si no existe una
sociedad civil bien organizada y, por el contrario, sí hay grupos cerrados que
tienden a no establecer interrelaciones con otros grupos, lo lógico es que sea
la cercanía física o territorial entre los individuos que los forman el
criterio básico de formación de estos grupos. Como consecuencia de ello,
predominan las visiones localistas frente a las que suponen una mayor amplitud
de miras.
- RIGIDEZ FRENTE A LOS CAMBIOS.- El
corolario de todos los rasgos anteriores es que la sociedad es poco permeable a
los cambios. En realidad, quienes detentan el poder y los grupos vinculados a
ellos oponen todo tipo de resistencia a los mismos ya que ellos supondrían una
pérdida de poder en beneficio de segmentos más amplios de la sociedad.
Gráficamente, podríamos expresar
de modo claro cómo están organizados estos dos tipos de sociedades:
Sociedad tradicional
Sociedad abierta
La próxima semana, veremos en qué
medida afecta todo ello a nuestro país y su relación con la situación
económica.
PRIMERO FELICITACIONES POR LAS 150.000 ENTRADAS.
ResponderEliminarRespecto a la adquisición de Bill Gates que algunos dicen es el 5% y otros del 6%, no vi en ninguna parte comentarios sobre la gestión de compra y me refiero a la incógnita de ¿Quien vendió? uno o varios accionistas de importancia. No creo que hubieren estado comprando en bolsa hasta llegar a esa cantidad ¿Tu sabes algo sobre ello?
En cuanto a la parte que podría decirse filosófica de tu post sobre la sociedad tradicional abierta y la tradicional me parece muy difícil arribar a la abierta y cuál sería un ejemplo actual de ella.
El porcentaje adquirido por Bill Gates procedía de la cartera de FCC (http://www.elmundo.es/economia/2013/10/21/5265848468434155078b4577.html), con lo que la compañía ha matado varios pájaros de un tiro. Yo considero que los países occidentales más avanzados (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, países escandinavos...) son ejemplos de sociedades abiertas. Que en un país como Alemania un ministro tenga que dimitir por haber cometido plagio en su tesis doctoral o en otro como Estados Unidos se originara el caso Martha Stewart por tráfico de información privilegiada (http://en.wikipedia.org/wiki/Martha_Stewart) son ejemplos que en España estamos (aún) muy lejos de repetir.
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