SECTOR PÚBLICO: TEORÍA Y PRÁCTICA (II)







El pensamiento de las escuelas Clásica y Neoclásica impregnó las políticas de las economías occidentales sin oposición fáctica relevante hasta, aproximadamente, 1870. En ese año, se produjeron dos hechos sucesivos que merecen ser destacados. En primer lugar, la guerra franco-prusiana, cuyas consecuencias más llamativas fueron la derrota francesa, la caída de Napoleón III y la confirmación de la unificación alemana, simbolizada por la coronación de Guillermo I en Versalles. Como consecuencia indirecta del colapso del régimen imperial francés, se produjo el levantamiento de la Comuna de París desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871. Ambas circunstancias situaban en el escenario político dos circunstancias nuevas que serían decisivas en las siguientes décadas:

1.- En primer lugar, la Alemania unificada emprendió una política económica distinta a la representada por Gran Bretaña, con un mayor protagonismo de la intervención del Estado en la economía.

2.- En segundo lugar, la Comuna de París significaba la irrupción imprevista de tensiones sociales que estaban soterradas y la aparición con fuerza de la clase trabajadora como actor político de peso.

La raíz profunda de ambas cuestiones ya había sido tratada en el ámbito académico e intelectual y dio lugar a dos escuelas diferentes que tenían en común su oposición a los postulados de las escuelas Clásica y Neoclásica. Las escuelas de las que estamos hablando son el Historicismo y el Socialismo.

C.- LA ESCUELA HISTORICISTA

El Historicismo se suele dividir en dos generaciones diferentes:

1.- La Primera Escuela Historicista estaría formada por Wilhelm Roscher (1817-1894), Karl Knies (1821-1898) y Bruno Hildebrand (1812-1878).


 
Wilhelm Roscher

2.- La Segunda Escuela Historicista tendría como principales representantes a Gustav von Schmoller (1838-1917), Etienne Laspeyres (1834-1913), Adolph Wagner (1835-1917) y Friedrich Knapp (1842-1926).

 
Gustav von Schmoller


Adolph Wagner

Como antecedente de todos ellos, se menciona a Friedrich List (1789-1846), el cual aportó el “principio de las industrias nacientes”, fundamental en el desarrollo del pensamiento de la Escuela.



Friedrich List

Si recordamos lo que decíamos en relación a la Escuela Clásica, esta defendía la ausencia de intervenciones del gobierno, incluidas las que se pudieran referir al comercio exterior y a la entrada de productos de otros países.

Cuando Friedrich List introdujo el “principio de industrias nacientes”, rompió totalmente con dicha doctrina. Su postura era que el libre comercio entre países sólo era posible cuando su nivel de desarrollo industrial era similar. Si un país tiene un nivel menor de desarrollo, debe adoptar medidas proteccionistas para situar su industria a la par que la de los países más avanzados. Sólo en ese momento sería posible que el país más atrasado iniciase su apertura al exterior.

La Escuela Historicista dio a ese principio un marco teórico más amplio. Para los economistas de este grupo, toda economía pasa, inevitablemente, por una serie de etapas (nómada, pastoril, agraria, artesanal, comercial, industrial…). Los principios de la Escuela Clásica serían aplicables tan sólo a las economías que estuviesen en una fase industrial avanzada como, por ejemplo, la británica. Para una economía como la alemana, que se hallaba en una situación de atraso respecto a aquella, era necesaria una decidida intervención del estado para estimular la industrialización y el desarrollo.

Como consecuencia del espíritu del historicismo, surgió la llamada Escuela Financiera Alemana cuyos principales representantes eran Adolph Wagner (quien también forma parte de la Escuela Historicista), Lorenz von Stein (1815-1890) y Albert Schäffle (1831-1903). La Escuela Financiera Alemana no sólo defendía una fuerte intervención del Estado con el fin de lograr el desarrollo del país sino que también se preocupó por que aquel emprendiera un proceso de redistribución de la renta con el fin de evitar una agudización de las tensiones sociales que pusiera fin al capitalismo. Por este motivo, a algunos de sus representantes se les denominó “socialistas de cátedra”, denominación que también se aplica a algunos representantes del historicismo como Gustav Schmoller.

En contra de la Escuela Clásica, Adolph Wagner defendió que, conforme las sociedades se iban haciendo más desarrolladas y complejas, el gasto público no se reduciría sino que tendería a aumentar. Llegados a este punto de la exposición, está claro que los historicistas y los hacendistas alemanes se apartaron radicalmente de los postulados de la Escuela Clásica. No sólo creían que intervención del gobierno era necesaria e imprescindible en los estadios iniciales del desarrollo sino que, conforme el mismo progresase, el gasto público se incrementaría para poder atender a la creciente complejidad de las sociedades más avanzadas.


Lorenz von Stein


D.- LA ESCUELA SOCIALISTA.- Si los llamados “socialistas de cátedra” no pretendían acabar con el capitalismo sino reformarlo, el socialismo genuino se planteó desde su nacimiento la transformación del sistema capitalista para llegar a una sociedad sin clases. Por ello, sus representantes no desarrollaron teorías para explicar cuál debía ser el papel del gobierno en una economía de mercado sino que intentaron determinar qué medios se debían aplicar desde el poder para realizar una transformación social completa.

Frente a los llamados “socialistas utópicos” (Henri de Saint-Simon – 1760-1825 -, Robert Owen – 1771-1858 -, Charles Fourier - 1772-1837 - y Pierre-Joseph Proudhon – 1809-1865 -), que defendían el establecimiento de comunidades ideales basadas en la solidaridad y el cooperativismo, Karl Marx (1818-1883) propugnó el llamado “socialismo científico”. Para Marx, el Estado representaba los intereses de la clase dominante (la clase capitalista), de modo que, de forma muy gráfica,  consideraba que el gobierno era el “Consejo de Administración de la burguesía”. Para la transformación social era necesario, en primer lugar, que la clase dominada (la clase trabajadora) conquistase el poder y estableciese la “dictadura del proletariado” con el fin de llegar a una sociedad sin clases.


Karl Marx

Dentro de la amplia reflexión dedicada por Marx a explicar los mecanismos del sistema capitalista, no hizo especial hincapié en desarrollar qué principios debían regir la actuación del Estado en una sociedad de tipo socialista, de forma que, cuando tuvo lugar el triunfo de los bolcheviques en Rusia en la Revolución de Octubre de 1917, tuvieron, en gran medida, que improvisar las medidas a tomar porque no existía un corpus teórico que indicase el camino a seguir.

Frente al marxismo más ortodoxo, se desarrolló en Gran Bretaña el “socialismo fabiano”, cuyo nombre procede de la Sociedad Fabiana, fundada por Sidney Webb (1859-1947) y su esposa, Beatrice Webb (1858-1943), la cual pretendía llegar al socialismo de forma democrática y mediante reformas graduales. De la Sociedad Fabiana, formaron parte nombres tan conocidos como George Bernard Shaw y H. G. Wells. El socialismo fabiano puso los cimientos del laborismo británico e impregnó en el mismo una visión pragmática y reformista.


Sidney Webb

La Escuela Historicista influyó fuertemente en la política económica alemana, la cual estuvo marcada por el proteccionismo en el exterior, una fuerte implicación del gobierno en la industrialización del país y en el establecimiento de las bases de lo que, con posterioridad, se denominaría Estado del Bienestar. El socialismo también tendría un impacto crucial para la aprobación de muchas medidas de mejora social (aunque sólo fuera por el temor a su posible avance).

Pero la gran respuesta a los postulados de las escuelas Clásica y Neoclásica tendría como origen las fuertes oscilaciones cíclicas que sufrirían las economías de mercado, sobre todo las derivadas de la Depresión del 29. Fue entonces cuando surgió el keynesianismo como alternativa y se planteó una política económica sustancialmente diferente en, prácticamente, todos los países occidentales a partir de 1945.

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