Como dijimos en la anterior
entrada, la Depresión del 29 supuso uno de los desafíos más importantes para
los postulados de las escuelas Clásica y Neoclásica. Aparte del aspecto
académico de la cuestión, dicha crisis tuvo implicaciones políticas decisivas al
aparecer los regímenes nazi y fascistas, por un lado, y el régimen soviético,
por otro, como alternativas a los sistemas basados en la democracia liberal y
la economía de mercado. La II Guerra Mundial y la Guerra Fría pueden llegar a
interpretarse, en este contexto, como el enfrentamiento entre las tres formas
citadas de organización política, económica y social. Por ello, el contenido
del debate y la pugna van más allá de lo que ahora vamos a exponer, que se
basará en la vertiente estrictamente teórica.
E.- LA ESCUELA KEYNESIANA.- Para las escuelas Clásica y Neoclásica,
las oscilaciones cíclicas estaban asociadas a ajustes de carácter temporal del
sistema económico. De forma más o menos rápida, tras una recesión, los índices
de paro se reducirían y las tasas de crecimiento volverían a sus tasas normales
sin que mereciera la pena considerar situaciones prolongadas de estancamiento y
desempleo. La crisis surgida en torno a 1870 ya supuso una excepción importante
a dicho principio. Sin embargo, como una prolongación del debate entre la banking school y la currency school del que hablamos al analizar la Escuela Clásica, se
consideró que los estancamientos económicos prolongados tenían,
fundamentalmente, una raíz monetaria. El economista sueco Knut Wicksell (1851-1926)
los achacó a las diferencias entre el tipo de interés natural y el tipo de
interés monetario. Partamos del siguiente gráfico:
A la izquierda, figuraría el
mercado monetario donde M0, M1 y M2 representarían distintos niveles de la
oferta monetaria. La curva Lm representaría la demanda de efectivo que
dependería inversamente del tipo de interés: a mayor tipo de interés, menos
incentivo existiría para mantener efectivo y mayor estímulo para invertirlo en
activos financieros con rentabilidad. El tipo de interés de equilibrio en este
mercado sería el “tipo de interés monetario”. A la derecha, figuraría el
mercado de capitales donde interaccionan ahorro e inversión. Su nivel de
equilibrio, i0, sería el “tipo de interés natural”.
Las oscilaciones cíclicas por
encima o por debajo del nivel medio de crecimiento se deberían a niveles de la
oferta monetaria que apartan al “tipo de interés monetario” del “tipo de
interés natural”. Con una oferta monetaria igual a M0, el “tipo de interés
monetario” sería igual al “tipo de interés natural” y no habría oscilaciones
cíclicas. Pero si la oferta monetaria cayese a M1, el tipo de interés subiría a
i1, provocando que, en el mercado de capitales, el ahorro fuera superior a la
inversión, dando lugar a la recesión y a la deflación (reducción del nivel de
precios). Al contrario, si la oferta monetaria subiese a M2, el tipo de interés
caería a i2, el cual daría lugar a un nivel de inversión superior al nivel de
ahorro existente. Ello daría lugar a una expansión excesiva y a la inflación
(alza de precios).
De este modo, si se producía un
problema de inflación o un problema de recesión económica, la solución debía
venir del lado monetario, con la adaptación de la oferta monetaria a las
circunstancias. De este modo, el principio del libre mercado se seguía
manteniendo: las oscilaciones cíclicas derivarían de que en el mercado
monetario (dependiente de una decisión de la autoridad correspondiente) se
impondrían condiciones diferentes a las indicadas por el mercado de capitales (el
cual dependería enteramente de la libre interacción de los diferentes agentes
económicos).
Por ello, cuando llegó la
Depresión del 29, se pensó que, con la reducción de los tipos de interés por
parte de los bancos centrales, sería suficiente para que las economías
retomaran la senda de expansión. Como sabemos, este remedio fue inútil y
planteó numerosos debates sobre qué hacer.
La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936) de John
Maynard Keynes (1883-1946) intentó dar respuesta a la cuestión y abrió la
puerta para una mayor intervención del Estado en la economía.
John Maynard Keynes
En este punto, conviene hacer una
distinción entre tres vertientes completamente diferentes y que tienden,
habitualmente a confundirse.
- Por una parte, está lo que
afirmó Keynes en su Teoría General y
en escritos complementarios. Frente a muchas afirmaciones tajantes, cabe decir
que, de la lectura de la obra, se han deducido varias interpretaciones
sensiblemente diferentes, por lo que apelar al criterio de autoridad y defender
un argumento en función de lo que el economista británico dijo es problemático
y, la mayoría de las veces, engañoso.
- Por otra parte, estarían los
desarrollos posteriores de la escuela keynesiana, los cuales partirían del
modelo fijado por la Teoría General y
darían lugar a líneas de pensamiento mucho más claras y definidas que las
establecidas por el padre de la escuela. Lo que se denomina keynesianismo,
suele ser en mayor medida estos desarrollos posteriores que los propios
argumentos de Keynes.
- Finalmente, estarían las
políticas económicas desarrolladas por la mayoría de los gobiernos occidentales
en el período 1945-1980, caracterizadas por un mayor intervencionismo público
que la aplicada en épocas anteriores. Los rasgos y características de las
mismas, aunque vinculadas a los desarrollos teóricos de la escuela keynesiana,
tendrían una personalidad propia que no se podría deducir automáticamente del
modelo teórico que llegó a ser dominante en los años posteriores a la II Guerra
Mundial.
Empezando, por tanto, por
explicar cuál era la argumentación básica de la Teoría General, su punto de partida es el rechazo al postulado
defendido tanto por la Escuela Clásica como por la Neoclásica de que el sistema
económico siempre tiende al equilibrio con un nivel de producción
correspondiente al pleno empleo. Las situaciones de desempleo sólo tendrían un
carácter temporal y supondrían una mera transición hacia el retorno a un punto
sin existencia de paro. Keynes defendería que el nivel de producción dependería
del nivel de la demanda agregada y el mismo podría dar lugar a un nivel de
producción de equilibrio inferior al pleno empleo. Ello se puede ver en el
siguiente gráfico:
La interacción entre la curva de
producción (Q) y la curva de demanda agregada (DA) darían lugar a un nivel de
empleo N0, inferior al nivel de pleno empleo (Npe). Para alcanzar dicho nivel,
la única forma posible, en función de este modelo, sería aumentar la demanda
agregada, es decir, desplazar la curva hacia arriba para que Q y DA se cortaran
al nivel correspondiente al pleno empleo.
La demanda agregada tendría tres
componentes: el consumo, la inversión y el gasto público. Para desplazar la
demanda agregada, el gobierno tendría, en función de ello, tres posibilidades:
- Empezando por el consumo (C),
el mismo se regiría por la siguiente fórmula:
C = c x Y,
donde c sería propensión a
consumir e Y sería la renta total.
Para aumentar el consumo, se
podría aumentar c y, para ello, Keynes propone una redistribución de la renta a
través del sistema fiscal, de forma que fuesen beneficiado los sectores con
menores niveles de renta, los cuales tienen mayor propensión a consumir que los
segmentos de renta más elevados. Como veremos posteriormente, esta
argumentación tendría fuerte influencia en muchas propuestas realizadas y
sentaría las bases de lo que se ha llamado Estado del Bienestar.
- La siguiente partida de la
demanda agregada sería la inversión (I), entendida no como inversión financiera
sino como inversión real (realización de nuevos proyectos empresariales, compra
de activos para producción de bienes o prestación de nuevos servicios,
ampliaciones de las instalaciones existentes…). En este punto, debemos hacer
una exposición más detenida porque radica el núcleo central de las proposiciones
de Keynes. En primer lugar, en función de cómo se ha definido el consumo, el
ahorro (S) sería el destino del resto de la renta no consumida. Es decir:
S = Y – C
S = Y – (c x Y)
S = (1-c) x Y
Si llamamos s a (1-c), dicha
variable sería la propensión a consumir, de forma que la fórmula del ahorro
quedaría del siguiente modo:
S = s x Y
En función de ello, el ahorro no
sería uno de los dos integrantes del mercado de capitales ni serviría para
determinar el tipo de interés natural que, según Keynes, no existiría.
Existiría un único tipo de interés, que sería el tipo de interés monetario tal
como lo hemos visto anteriormente y dicho tipo de interés monetario
determinaría el nivel de inversión:
Al contrario de lo que sucedía en
el modelo de Wicksell, si aumenta la oferta monetaria (es decir, si la curva M0
se desplaza a la derecha), el tipo de interés se reduciría y tendría lugar un
aumento del nivel de inversión realizada. En el modelo keynesiano, el
equilibrio entre el ahorro y la inversión no tiene lugar vía tipo de interés
sino vía renta: esta aumentaría cuando tiene lugar un aumento de la inversión
hasta el nivel que permitiría generar el ahorro suficiente para absorber el
incremento de inversión que ha tenido lugar.
Desde este punto de vista, si en
el modelo de Wicksell una recesión podía ser paliada con una expansión
monetaria, ello también sería posible en el modelo de Keynes. Sin embargo, hay
dos situaciones en la que el remedio monetario no tendría efectividad:
a.- La primera, sería la denominada
“trampa de la liquidez”. Esta situación surge porque llega un punto en que los
tipos de interés no pueden bajar más, por lo que sucesivas expansiones no
tendrán efectos sobre la inversión. El caso más simple de la “trampa de la
liquidez” proviene del hecho de que los tipos de interés no pueden descender
por debajo de cero. Por ello, si los aumentos de la oferta monetaria llevan los
tipos de interés hasta cero y el nivel de inversión alcanzado no permite
conseguir el pleno empleo, la política monetaria dejará de ser eficaz para
conseguir tal objetivo. Pero incluso antes de que los tipos de interés lleguen
a cero, habrá un punto en que dejarán de descender. Ello se debe a que la
demanda de efectivo va aumentando conforme los tipos de interés disminuyen porque
se reduce el estímulo para ser invertidos en productos con rentabilidad. Pero,
en cualquier caso, las inversiones alternativas tienen que ofrecer, en
cualquier circunstancia, una rentabilidad mínima para poder ser tenidas en
cuenta. Por lo tanto, no pueden existir en el mercado tipos de interés por
debajo de ese nivel mínimo de rentabilidad. Por ello, la curva de demanda de
efectivo tendría la forma que vemos en el siguiente gráfico, lo cual provocaría
que el nivel de inversión no pudiera estar por encima de Io.
b.- La segunda, sería una
situación en la que el nivel de inversión es insensible a la variación de los
tipos de interés. Ello es posible en situaciones de pesimismo e incertidumbre
en la que, por muy bajos que estén los tipos de interés, ello no genera un
incentivo adicional para realizar inversiones nuevas.
En ambos casos, la expansión
monetaria no ayudaría a incrementar la demanda agregada y, por tanto, sería
ineficaz para solucionar el problema de la recesión. Esta sería la explicación de
por qué, en la crisis del 29, la reducción de tipos de interés no sirvió para
solucionar el problema y, frente a ello, Keynes defendió el procedimiento que
representaba una ruptura total en relación a los postulados de las escuelas
Clásica y Neoclásica.
3.- Como dijimos con
anterioridad, el tercer componente de la demanda agregada era el gasto público.
Para Keynes, en el caso de que la política monetaria se mostrara ineficaz, no
sólo se podía sino que se debía recurrir al gasto público, incurriendo en déficit
si ello fuera necesario, para conseguir solucionar el problema del desempleo.
Ello ayudaría a elevar la curva de demanda agregada (de DA0 a DA1 en el gráfico
que viene a continuación) y restablecer el equilibrio en el mercado de trabajo,
alcanzando el nivel de pleno empleo (Npe en el gráfico).
Keynes era consciente de que la
combinación de políticas monetarias y fiscales expansivas llevaba asociada el
riesgo de aumentos de la inflación y de que dicho riesgo sería mayor conforme
más cerca estuviera el objetivo de pleno empleo ya que, en general, es
inevitable que exista un cierto nivel de paro, el cual se conoce como “paro
estructural” (por existencia de personas cuya formación no encajan en las
necesidades del mercado de trabajo y tienen que reciclarse si desean colocarse,
por la existencia de desempleados temporales mientras pasan de un puesto de
trabajo a otro, por el hecho de que se necesita un determinado período de
tiempo antes de encontrar trabajo si una persona se ha quedado desempleada…). Por
ello, cuando se alcanza el nivel de “paro estructural”, mayores expansiones
monetarias y fiscales habría que acometer para conseguir adicionales
reducciones del desempleo, con lo cual el riesgo de inflación se dispararía. En
la práctica, la política económica consistiría en elegir una combinación de
inflación y desempleo, teniendo en cuenta que a menores niveles de desempleo le
corresponderían mayores niveles de inflación y, si se quisiera reducir la
inflación, habría que aceptar mayores niveles de paro. La comprobación empírica
posterior a la Teoría General
confirmando esta argumentación (la cual daría lugar a la llamada “curva de
Phillips”) significaría un espaldarazo importante a la validez de la teoría
keynesiana:
Por lo dicho hasta el momento, la utilización de los mecanismos de
redistribución de la renta, de expansión monetaria y de generación de déficit
público en el contexto de la escuela keynesiana estaba concebida, en principio,
como medio para paliar una situación de recesión económica. Abundando en esta
idea, si con la expansión de la oferta monetaria fuera suficiente para remediar
dicho problema, el empleo del déficit público no tendría por qué estar
justificada. Pero, por otro lado, en presencia de situaciones como la “trampa
de la liquidez” o la rigidez del nivel de inversión, sólo el déficit público
sería capaz de solucionar el problema del desempleo.
No obstante, los desarrollos
teóricos posteriores llegarían a matizar estas ideas básicas, apoyados en la
oscuridad y ambigüedad de ciertos pasajes de la Teoría General. A ello dedicaremos nuestra próxima entrada del
blog.
Comentarios
Publicar un comentario