En la anterior entrada, vimos
cómo la quiebra del paradigma liberal provocó la necesidad de crear un nuevo
marco de política económica. De hecho, los principales rasgos del nuevo
paradigma imperante, el keynesiano, fueron una respuesta clara a los problemas
que se habían presentado con anterioridad. Adicionalmente, tras el final de la
II Guerra Mundial, surgió una nueva dificultad, centrada en el desafío que
suponía la existencia de la Unión Soviética, su conversión en gran potencia y
la existencia, por ende, de un sistema alternativo al que suponía el de economía
de mercado.
D.- PARADIGMA KEYNESIANO (1933-1981).- Establecemos como fechas de
referencia el momento en que Franklin Delano Roosevelt asume la presidencia de
Estados Unidos (4 de marzo de 1933) y el momento en que lo hace Ronald Reagan
(20 de enero de 1981).
Se suele simplificar esta etapa
caracterizándola como une época en que, meramente, hubo un mayor
intervencionismo público pero la realidad es bastante más compleja. Como
dijimos en la anterior entrada, el primer problema que se llevó por delante el
paradigma liberal fue la ausencia de una arquitectura institucional eficaz a
nivel internacional. Y, precisamente, lo primero que se llevó a cabo tras
finalizar la II Guerra Mundial fue la creación
de esa arquitectura. Desde el punto de vista político, se articuló todo
un sistema de organizaciones en torno a la ONU (Organización Mundial de la
Salud, UNESCO, Organización Internacional del Trabajo – creada en 1919 pero que
se convirtió en el organismo especializado de Naciones Unidas en materia
laboral-, UNICEF, UNCTAD…) que, a pesar de sus importantes limitaciones, ha
servido para que no se vuelva a repetir un conflicto de la virulencia de la
Primera y Segunda Guerra Mundiales. Desde el punto de vista regional, surgieron
procesos de integración que sirvieron para vincular los intereses de antiguos
enemigos, siendo el caso del Mercado Común Europeo el más paradigmático y
significativo.
Desde el punto de vista
económico, los dos mecanismos fundamentales que se crearon fueron el Acuerdo
General sobre Aranceles y Comercio (GATT, en sus siglas en inglés) y el Acuerdo
de Bretton Woods, que llevó a la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI)
y del Banco Mundial (BM) y el establecimiento de un sistema de patrón
cambios-oro con el dólar como moneda de referencia (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/10/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de.html).
El GATT funcionó a través de
numerosas rondas de negociaciones (Ronda de Ginebra – 1947-, Ronda de Annecy
(1949), Ronda de Torquay – 1951-, II Ronda de Ginebra – 1956-, Ronda Dillon –
1962-, Ronda Kennedy -1967-, Ronda Tokyo – 1973 a 1979- y Ronda Uruguay – 1986
a 1993-, la cual dio lugar a la Organización Mundial de Comercio, que sustituyó
al GATT). En cada una de ellas, se fueron eliminando barreras comerciales que
no sólo afectaban al libre intercambio de bienes sino también al de servicios y
acabaron incluyendo aspecto como los relativos a la propiedad intelectual. La
liberalización acabó alcanzando sectores tan delicados para las economías
occidentales (por la competencia que provenía de los países en vías de
desarrollo) como el textil y el agrícola.
Si el GATT se refería a los
aspectos comerciales, el Acuerdo de Bretton Woods estaba relacionado con los aspectos
monetarios y financieros. Ante la quiebra del patrón oro, se decidió implantar
un sistema de tipos de cambio fijos donde cada moneda tuviera un tipo central
frente al dólar con una banda de fluctuación posible del 1%. Todas las monedas
se podrían intercambiar frente al dólar a ese tipo de cambio y, a su vez, el
dólar se podría intercambiar por oro a la razón de 35 dólares por onza, ya que
Estados Unidos era el único país con reservas de oro suficientes para asumir
tal obligación. El sistema, por tanto, sin poder ser definido, en puridad, como
un patrón oro clásico, lo era indirectamente a través del dólar.
El hecho que podría echar abajo
el sistema era la aparición de déficits exteriores que hicieran imposible
mantener los tipos de cambio fijados. Para superar tal circunstancia, se
crearon el FMI y el BM. El FMI estaría destinado a la concesión de créditos a
corto plazo con el objetivo de solucionar los desequilibrios económicos derivados
de déficits en la balanza de pagos y el BM a operaciones a largo plazo
destinadas a favorecer el desarrollo económico. Por tanto, el FMI atendería, en
principio, a la vertiente coyuntural mientras que el BM lo haría a la vertiente
estructural de los sistemas económicos.
Posteriormente, habrá que tener
en cuenta la combinación de estos dos mecanismos (GATT y Bretton Woods) porque
tienen gran importancia para explicar los efectos que tuvieron las políticas
económicas que fueron aplicadas a nivel nacional.
A partir de 1945, los gobiernos adquirieron un mayor
protagonismo en la gestión de la economía. Este mayor protagonismo
adoptó diversas variantes:
1.- La utilización activa de las políticas fiscal y presupuestaria con el
fin de estabilizar el ciclo económico. Es decir, se trataría de que las
recesiones fueran menos agudas y los períodos de expansión no se prolongaran
excesivamente acentuando los posibles desequilibrios del sistema económico. Fue
en Estados Unidos donde esta vertiente del paradigma tuvo más peso porque
implicaba el menor grado posible de intervención en los mecanismos de un
sistema de libre mercado, sistema que no sólo no era puesto en cuestión en
dicho país (lo cual se revela en la escasa trascendencia que los movimientos de
carácter socialista han tenido allí) sino que era aceptado y defendido como el
más idóneo en cualquier caso y el que garantizaba un mayor grado de progreso
económico y social. La utilización de las políticas anticíclicas tuvo su máximo
éxito y apogeo durante la Administración Kennedy-Johnson en el período
1960-1964. Para salir de la recesión económica que se había producido a finales
de la década de los 50, se adoptó una estrategia deliberada de generación de
déficit público mediante la combinación de una reducción temporal de
impuestos y la concesión de subsidios a la inversión. Al mismo tiempo, para
impedir la subida de tipos de interés que esta política provocaría, la Reserva
Federal llevó a cabo una política monetaria expansiva con el fin de que los
tipos de interés se mantuvieran a un nivel similar al existente antes de la
aprobación de las medidas descritas. La salida de la recesión dio origen al
largo período de crecimiento de los años 60 y, con él, a uno de los hitos que
hicieron posible que el keynesianismo llegara a imperar con carácter
prácticamente absoluto en los medios académicos y políticos. (De ahí, la famosa
frase de Nixon – aunque hay dudas sobre la atribución- pronunciada en el año
1971: “Ahora todos somos keynesianos”.)
2.- En el Reino Unido, a raíz del
triunfo del Partido Laborista en las elecciones legislativas de 1945 y la
llegada de Clement Attlee al cargo de Primer Ministro, se produjo la
nacionalización, aparte del Banco de Inglaterra, de importantes sectores como
el carbón, el gas, la electricidad, los ferrocarriles, la aviación civil y la
siderurgia. Con este antecedente, la creación
de una importante red de empresas públicas fue especialmente importante en
Europa y, teniendo en cuenta que existía una mayor tradición que en Estados
Unidos con ejemplos derivados del mercantilismo del Colbert en la Francia del
siglo XVIII y del nacionalismo germano a partir de la unificación de Alemania
en 1870, su desarrollo y consolidación fue una constante en todos los países
del continente a lo largo de estos años. Esta vertiente del paradigma
keynesiano no aparece explícitamente y con claridad en la Teoría General y, sólo indirectamente, podríamos hallar una
conexión en la reflexión que realiza Keynes sobre la caída de lo que él llama
la eficacia marginal del capital.
Efectivamente, el economista pensaba que existía una tendencia en las economías
capitalistas a la caída de dicha variable, lo cual originaba una caída de la
inversión y, en consecuencia, de la demanda agregada. Para evitar este
problema, Keynes abogaba, como ya vimos, por utilizar la política monetaria,
reduciendo todo lo posible los tipos de interés. La creación de empresas
públicas se basó, más bien, en la idea de identificar aquellos sectores que
pudieran ser estratégicos y situarlos bajo la esfera pública con el fin de que
sus niveles de actividad y de inversión no estuvieran sometidos a los
condicionantes y restricciones derivadas de la rentabilidad económico de los
mismos. La intención de ello era dotar al sistema económico de una mayor
estabilidad pero este tipo de medidas tuvo consecuencias que, más adelante,
analizaremos con un poco de detenimiento a la luz de los argumentos expuestos.
3.- El tercer mecanismo
alternativo que surgió con la implantación del paradigma keynesiano fue la planificación indicativa, que tuvo a
Francia como principal país valedor. Frente a la planificación de carácter
obligatorio implantada por la Unión Soviética y sus países satélites, las
directrices fijadas por los planes de las economías capitalistas sólo eran de
obligado cumplimiento para el sector público, siendo meras orientaciones para
el sector privado. Al igual que sucedía con el caso de las empresas públicas, no
existe en la Teoría General una
defensa de la implantación, con carácter general, de un sistema de
planificación (de hecho, tras una visita a la Unión Soviética, Keynes explicó
por qué el sistema socialista allí implantado iba, finalmente, a fracasar). Sí
es cierto que, en el prólogo a la edición alemana de la obra, el propio
economista adujo que en un régimen político como el que estaba vigente en dicho
país (con el nazismo ya en el poder) sería más fácil implantar las medidas que
él proponía (palabras que siempre traen a colación los críticos más acerbos de
Keynes para justificar sus ataques contra el economista) pero hay que entender
dicha argumentación en el contexto en el que fue realizada, es decir, en la
reflexión sobre cómo se podía salir de la Gran Depresión y recuperar la senda
del crecimiento económico. Una vez que ello se hubiera producido, es difícil
saber qué hubiera propuesto exactamente Keynes.
Con independencia de estos tres
mecanismos (que tuvieron mayor o menor peso según el país que analicemos), el
aspecto que sí fue característico de modo generalizado fue el intenso desarrollo de políticas sociales: creación de sistemas de
pensiones, aprobación generalizada de subsidios de desempleo, implantación de
amplios sistemas públicos de educación y salud y establecimiento de servicios
sociales de atención a la familia, a la infancia, a la tercera edad y a las
personas con algún tipo de necesidades específicas, entre otras medidas. Para
financiar estas medidas, se implementaron políticas
fiscales progresivas, es decir, aquellas que conllevaban tipos impositivos
más altos para los segmentos más altos de renta. La conjunción de políticas
sociales y fiscalidad progresiva implicaba un proceso interno de redistribución
de la renta que conllevaba que esta tuviera un reparto más igualitario.
Recordemos que en la Teoría General sí
que se propugnaba que este modo de redistribución de la renta significaba un
aumento de la demanda al disponer de mayores ingresos quienes tenían una
propensión al consumo más elevada (los segmentos superiores de renta tendrían
una propensión mayor al ahorro). Con independencia de la dimensión económica de
estas medidas, hay que tener muy especialmente en cuenta que, desde el punto de
vista político y social, supusieron un fuerte dique de contención frente a las
ideas que provenían de la Unión Soviética, de modo que, en términos generales,
estos años son recordados como una especie de “edad dorada” (http://elpais.com/diario/1997/02/23/economia/856652408_850215.html)
en la que crecimiento, equilibrio económico y justicia social eran objetivos
que parecía que se podían alcanzar simultáneamente.
En resumen, podemos decir que la
utilización activa de las políticas fiscales y presupuestarias y los procesos
de redistribución de la renta sí encajaban claramente en los postulados de la Teoría General mientras que la expansión
de la red de empresas públicas y la planificación indicativa iban más allá de
lo que fue el planteamiento inicial de Keynes. En una primera aproximación, ya
podemos ver con cierta claridad que, posiblemente, las medidas que se fueron
implantando iban más allá de lo que, desde el punto de vista técnico, se había
recomendado. Tendremos ocasión de profundizar en esta última idea pero, antes,
debemos terminar la entrada refiriéndonos al tercer aspecto que se había
llevado por delante el paradigma financiero, el cual estaba relacionado con la
inestabilidad financiera.
Efectivamente, desde el estallido
de la Gran Depresión, tuvo lugar la aprobación de una intensa regulación sobre todo el sistema financiero con el
fin de evitar la aparición de nuevas burbujas y de evitar que los mercados
tendieran a una elevación artificial de los precios de los activos financieros.
En esta época, se estableció la amplia labor supervisora sobre las entidades
bancarias con el fin de vigilar sus parámetros de solvencia y liquidez, se
fijaron garantías hasta un cierto límite para los depósitos bancarios, se
crearon organismos reguladores para que velasen por el correcto funcionamiento
de los mercados de valores y se mantuvieron instaurados determinados controles
a los movimientos de capitales con el fin esencial de evitar las maniobras
especulativas y los flujos virulentos de salida a corto plazo sin llegar a
impedir u obstaculizar aquellas operaciones que tuvieran fines relacionados con
inversiones de carácter estable y a largo plazo.
La consecución de un contexto de
relativa estabilidad y el conjunto de medidas puestas en marcha por los distintos
gobiernos (que suponían un impulso inequívoco a la demanda agregada) tuvieron
absoluta eficacia ya que, al existir un sistema de tipos de cambio fijos, las
políticas fiscales y presupuestarias eran las únicas capaces de alcanzar plena
virtualidad. En la próxima entrada, explicaremos, por un lado, dicha afirmación
utilizando el modelo Mundell-Fleming y, por otro, cómo se quebró la eficacia
del mecanismo ante los cambios en las circunstancias económicas.
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