Con este post, acabamos una etapa
en el blog y daremos paso a otra en que se renovarán ampliamente sus
contenidos. Conviene, por tanto, hacer un resumen de la idea general que ha
guiado todas las entradas que hemos escrito hasta ahora y que intentan dar una
interpretación, con los datos derivados de la realidad económica, de todo lo
que está pasando y que, la mayoría de las veces, es presentado de forma
distorsionada en función de teorías obsoletas, prejuicios fuertemente
enraizados e intereses políticos y económicos.
Siempre hemos dicho que hay dos
claves esenciales para entender el origen de la actual crisis económica:
1.- En primer lugar, el factor
esencial que explica el aumento del nivel de vida es el cambio tecnológico, el
cual induce a sucesivos aumentos de la productividad (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/09/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de.html,
http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2014/02/el-cambio-tecnologico-la-madre-de-todos.html,
http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2014/03/el-cambio-tecnologico-la-madre-de-todos.html,
http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2014/03/el-cambio-tecnologico-la-madre-de-todos_7.html).
Fueron precisamente las grandes innovaciones que afloraron después de la II
Guerra Mundial las que hicieron posible el gran crecimiento de las décadas de
los 50 y 60 del pasado siglo. No obstante, desde finales de los 60, el
crecimiento de la productividad no ha alcanzado las cotas a las que había
llegado en el pasado y ello provocó que el crecimiento económico haya perdido
intensidad.
Según datos aportados por Paul
Krugman en su libro Vendiendo prosperidad
(1994, publicado en España por la Editorial Ariel), en Estados Unidos
“desde finales del siglo XIX hasta la II Guerra Mundial, la productividad
creció, en promedio, alrededor de un 1,8% al año, lo suficiente para duplicar
aproximadamente los niveles de vida cada cuarenta años. Desde la II Guerra
Mundial hasta 1973, el crecimiento medio fue mayor, un 2,8% anual, lo
suficiente para duplicar los niveles de vida cada veinticinco años. Desde 1973,
la productividad creció, en promedio, menos de un 1% al año, ritmo que tardaría
ochenta años en lograr el aumento del nivel de vida que se registró en menos de
una generación después de la II Guerra Mundial”. (Hay que indicar, no obstante,
que, desde 1973, el comportamiento de la productividad no ha sido homogéneo.
Según datos de la misma obra, en el período 1979-1989 el crecimiento de la
productividad por asalariado fue sólo del 0,8% al año. Según un documento del
Servicio de Estudios del BBVA, que elaboró Jorge Sicilia, en el período
1995-2005, la productividad volvió a crecer a tasas cercanas al 3%,
manifestándose nuevamente una desaceleración en 2006, con un crecimiento de
sólo el 1,5%. Con independencia de los matices indicados, es importante que nos
quedemos con la tendencia patente de reducción del crecimiento de la productividad).
En la obra colectiva Problemas económicos españoles en la década
de los 90 (publicado por Galaxia Gutenberg en el año 1995), el profesor
José Luis Raymond aportaba datos de la evolución de la productividad en España
y en la Unión Europea en los subperíodos 1960-1975, 1976-1985 y 1986-1991. En
el caso español, el crecimiento de la productividad en cada subperíodo es 4,9%,
1,9% y 1,3%, respectivamente. Para la Unión Europea, la evolución es del 3,0%,
del 1,6% y del 1,1%. Se deduce, claramente, que la tendencia es paralela a la
experimentada por Estados Unidos.
Detrás de este comportamiento de
la productividad reside el hecho de que el ritmo de innovaciones tecnológicas
ha decaído claramente en relación al pasado. Para darnos cuenta de ello, vamos
a elegir tres años (1890, 1950 y 2010) y vamos a comparar qué tecnologías se
utilizaban en los ámbitos del transporte, las comunicaciones o la energía.
Podemos ver cómo en 60 años, se
pasa de la tracción animal a la tracción mecánica, los automóviles y los camiones
pasan a ser los medios de transporte fundamentales, los aviones toman el relevo
a los transatlánticos en los viajes intercontinentales, los teléfonos permiten
agilizar las comunicaciones y se pasa del carbón como fuente de energía básica
al petróleo. Todos estos cambios supusieron un gran cambio en el aparato
productivo de las economías más desarrolladas y, de modo paralelo, ello supuso
un espectacular aumento en los niveles de vida de la población.
Ahora bien, veamos qué ocurrió
entre 1950 y 2010.
Si vemos las tecnologías
esenciales utilizadas en uno y otro año eran prácticamente las mismas. Es
cierto que ha aparecido la telefonía móvil y que la informatización y la
robotización han avanzado a pasos agigantados. Ahora bien, estos dos elementos
han permitido reducir el coste de los procesos productivos pero no han
producido, de ningún modo, un cambio radical en los mismos. Por tanto, el
crecimiento de la productividad en esos últimos sesenta años tenía que ser
forzosamente menor al que se produjo en los sesenta años anteriores. Y, en
consecuencia, las tasas de crecimiento económico tenían que ser inferiores.
2.- Ese debilitamiento de la
productividad (y, por ende, del crecimiento) produjo, en el contexto de las
políticas keynesianas de expansión de la demanda aplicadas después de la II
Guerra Mundial, toda suerte de desequilibrios económicos (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2014/11/sector-publico-teoria-y-practica-xii.html)
que acabaron provocando la irrupción de un nuevo paradigma que,
convencionalmente, es denominado paradigma neoliberal (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2014/11/sector-publico-teoria-y-practica-xiii.html).
La desregulación de la actividad económica, una menor intervención de los
gobiernos, la privatización de empresas públicas, la renuncia a la utilización
de los déficits públicos como herramienta de política económica, el control de
la inflación como objetivo básico y fundamental pasan por ser algunas de las
notas esenciales de este nuevo paradigma. No obstante, dos de sus pilares
básicos suelen pasar desapercibidos. Los mismos son, por un lado, el fin de la
convertibilidad oro-dólar decretada por Nixon en agosto de 1971 y, por otro, el
triunfo de la globalización que llevó a que los procesos productivos intensivos
en mano de obra se fueran trasladando a las economías menos desarrolladas,
especialmente este de Asia (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/10/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de.html).
El fin de cualquier tipo de patrón metálico es la causa fundamental del auge
fundamental que ha adquirido la economía financiera, que ha alcanzado un peso
desproporcionado en relación al tamaño de la economía real. La expansión
monetaria que conlleva hubiese tenido que provocar un alza de la inflación
pero, en virtud del proceso de globalización y el abaratamiento subsiguiente de
los procesos productivos, ese aumento de precios no se ha producido. No
obstante, lo que sí ha provocado son alzas insostenibles de precios de
determinados activos tanto financieros como reales (pensemos en la burbuja
punto.com o en las subidas de precios del sector inmobiliario en el período
1998-2007), es decir, las llamadas “burbujas”.
La intención de los dos procesos
antes indicados era lograr elevar la tasa de crecimiento mediante la liberación
de la masa monetaria y el control de precios conseguido mediante la apertura
comercial pero nadie pareció ser consciente que se trataba de un crecimiento
artificial y, a largo plazo, imposible de sostener. Pero no es menos verdad
que, dentro de la cultura y del sistema de valores de los países desarrollados
y de la gestión del proceso político, el crecimiento económico no es sólo una
meta incuestionada sino que se toman como referencia las tasas más altas alcanzadas
como objetivo a perseguir y, yendo más allá, el propio crecimiento económico se
convierte en una especie de estupefaciente que sirve para eludir y ocultar
problemas y tensiones sociales (es lo que Ramón Tamames llamó “la droga del
crecimiento” en su libro La España
alternativa –Espasa Libros, 1994-).
3.- Como consecuencia del auge de
la economía financiera que siguió al fin de cualquier patrón monetario de tipo
metálico, se ha producido un fuerte aumento del endeudamiento de los agentes
económicos privados, endeudamiento que ha subido hasta niveles que hacían
inviable su progresión. Mientras aumenta el nivel de deuda, ello hace posible
la formación de grandes burbujas con fuertes subidas de precios de determinados
activos reales y financieros. Pero cuando la deuda alcanza un punto
insostenible (el denominado “momento Minsky”: http://es.wikipedia.org/wiki/Hyman_Minsky),
se produce una contracción del crédito, el fin de la burbuja, la implosión de
los precios de los activos financieros y reales que se han sobrevalorado de
forma excesiva y, al final, todo ello se traslada a la economía real con caída
de las tasas de crecimiento y la entrada en recesión.
En los últimos 30 años, estas
burbujas se han repetido de forma recurrente dando lugar a periódicas crisis
financieras que hundían inversiones que, hasta momentos antes del estallido de
la crisis, parecían sólidas y completamente seguras. Recordemos la crisis de la
deuda externa latinoamericana a principios de los 80, la crisis del Sistema
Monetario Europeo en los años 1992-1994, la crisis del Sudeste Asiático en
1998, trasladada a Brasil, Rusia y otras economías emergentes en 1999 y
finalmente a Argentina en 2002, el estallido de la burbuja punto com en el año
2000 y, finalmente, el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 y es fácil
comprobar que todas siguen el mismo esquema: detección de una inversión
aparentemente muy rentable en un país o conjunto de países o en un sector
económico concreto, aparición de flujos masivos de recursos hacia títulos,
valores u operaciones localizados en ellos, aparición de la euforia financiera
con subidas de precios que se presumen eternas y, finalmente, cualquier evento
o suceso que pone en duda la elevada rentabilidad esperada da lugar a una huida
masiva de recursos y al inicio de la tragedia.
Por ello, no cabe pensar en
seguir utilizando a la economía financiera como medio para seguir reactivando
el crecimiento (algo que ha propuesto, por ejemplo, Lawrence Summers, antiguo
Secretario del Tesoro con Bill Clinton: http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/35005-el-impactante-discurso-de-larry-summers-y-si-solo-podemos-crecer-creando-burbujas)
sino que hay que asumir que, sin innovaciones tecnológicas radicales, las tasas
de variación del PIB van a ser forzosamente moderadas. Partiendo de esa
realidad, y tomándola como referencia, se puede conseguir una mejor gestión de
la economía que sirva para resolver muchos de los problemas que nos afectan,
con la condición de que nos olvidemos de estimular crecimientos artificiales
con el fin de evitar afrontar tensiones sociales cuya solución requiere de
cambios sustanciales de orden institucional y cultural. Si hay que conseguir
una mejor gestión productiva que implique frenar el deterioro de los recursos
naturales, habrá que tomar medidas para ello porque ya no se trata de resolver
el dilema entre crecimiento y protección medioambiental sino que la ausencia de
esta última acabará afectando a tasas de crecimiento ya de por sí moderadas. Si
hay que frenar el poder de las grandes corporaciones y reforzar los mecanismos
de defensa de la competencia, habrá que poner mayor énfasis en ello ya que las
distorsiones del libre mercado acaban siendo un freno para la eficiencia y el
buen funcionamiento del sistema económico. Si hay que tomar medidas que impliquen
mejorar la distribución de la renta, se tendrán que tomar decisiones al
respecto, en gran medida porque ha sido el propio auge de la economía
financiera junto a las distorsiones ahora ignoradas del libre mercado que hemos
comentado las que han alimentado de modo altamente significativo la creciente
desigualdad existente. Si hay que racionalizar los sectores públicos de las
economías occidentales, habrá que iniciar procesos en ese sentido ya que, en la
actualidad, los mismos son colosales aparatos burocráticos que arrastran
funciones y mecanismos administrativos del pasado que hay que reconsiderar y
tienen que ser capaces de asumir nuevas funciones que preparen al sistema
económico para los nuevos retos que los tiempos actuales suponen. Si hay que
poner coto a los paraísos fiscales y a todas las vías de evasión que su
existencia permiten, habrá que establecer acuerdos a nivel internacional para lograr
que las medidas implantadas surtan plena eficacia. Si hay que modificar el
marco legal e institucional para que puedan crecer todas las posibilidades que,
en relación al consumo colaborativo (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2013/01/sobre-el-consumo-colaborativo.html),
ofrecen las nuevas tecnologías, habrá que apostar por ello porque supondrían
importantes ahorros de costes para muchos consumidores, lo cual acabará siendo un
factor dinamizador de toda la economía. Y, finalmente, habrá que potenciar y
replantear los programas de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), de
cara a evitar que los mismos acaben viciados de inercia y rutina y logren dar
lugar a avances científicos y técnicos verdaderamente importantes que lleguen a
significar mejoras radicales para el futuro, seleccionando aquellas líneas que
se demuestren críticas para el desarrollo económico.
Como ya hemos dicho muchas veces,
en el caso de España, además de incidir en las líneas comentadas, tendrá que
hacer frente a su propia problemática: la gran rigidez, la enorme cantidad de
trabas y la inseguridad jurídica que afectan a la creación de empresas y al
desenvolvimiento de todo tipo de negocios, el elevado nivel de evasión fiscal, el
inferior nivel y calidad de muchas prestaciones y servicios públicos en
relación a los establecidos en los países europeos de desarrollo similar o
superior al nuestro y el escaso desarrollo de la sociedad civil, que permite y
alimenta la irresponsabilidad de las instancias políticas.
Toda esta ingente labor no será
fácil y presenta la gran dificultad de que muchos sectores quieren seguir
contando con un amparo legal que permita el desenvolvimiento de su actividad
aunque las nuevas circunstancias supongan que la misma se desarrolle en
términos antieconómicos (http://noticias.lainformacion.com/mundo/el-ministro-frances-de-economia-denuncia-amenazas-de-muerte-de-profesionales-contrarios-a-su-reforma-laboral_4xFelvYGD7K4zpq7GCfhy7/)
y, además, las ideologías tradicionales que luchan por los votos de los
electores son tan obsoletas como todo el marco institucional en el que operamos
día a día pero en dicha labor se juega el porvenir de nuestras sociedades. El
no afrontarla, posponerla indefinidamente o no acometerla con la suficiente
decisión puede significar iniciar una senda de decadencia que, a medio plazo,
sería muy difícil de revertir.
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