En el actual proceso de crisis
económica, uno de los elementos más relevantes ha sido la acusada tendencia de
los índices de precios a presentar tasas negativas de variación, es decir, a
descender. Es lo que se conoce con el nombre de deflación. Este hecho guarda
una gran similitud con lo ocurrido después de la Depresión de 1929, en el que
la deflación ayudó a agravar la coyuntura económica, en la medida en que
provocaba que aumentase el valor real de las deudas contraídas. Por ello, en
los años posteriores a la II Guerra Mundial, se impuso la idea (inspirada por
Keynes y sus seguidores) de que, antes de que el objetivo del control de
precios, había que dar prioridad al objetivo de desempleo aunque ello supusiera
una mayor tasa de inflación ya que una cierta subida no descontrolada de los
precios ayudaría a activar la economía.
A finales de los 60 y principios
de los 70, la situación cambió. Lo que se produjo fue un aumento
desproporcionado de la inflación, el cual vino acompañado de un aumento
simultáneo del desempleo, dando lugar al estado conocido como “estanflación”
(es decir, coexistencia de estancamiento e inflación), rompiendo el esquema
establecido por el pensamiento keynesiano (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2014/07/sector-publico-teoria-y-practica-v.html).
A raíz de ello, se fueron imponiendo las tesis monetaristas, que defendían que
había que anteponer el objetivo de estabilidad de precios a cualquier otra
consideración y que la inflación era, a largo plazo, un fenómeno básicamente
monetario, por lo que los bancos centrales debían centrarse en controlar la
cantidad de dinero en circulación en el sistema económico, de modo que, con
ello, se lograría mantener los índices de precios en niveles razonables y ello
repercutiría positivamente en el resto de variables económicas.
En la actualidad, y a raíz de la
crisis iniciada en 2007, el péndulo ha vuelto a oscilar y nos encontramos con
que la deflación vuelve a ser la protagonista, con sus negativos y conocidos
efectos sobre el inmenso volumen de deuda (tanto pública como privada) que
existe en las economías desarrolladas. (En este punto, el debate se
diversificaría en dos vertientes distintas: la primera, el plantearse cómo
sería posible que, si la inflación es un fenómeno básicamente monetario, las
políticas monetarias expansivas de los bancos centrales no consiguen elevar al
alza los precios y estos manifiestan una acusada tendencia al descenso; la
segunda, el poner en cuestión que los índices de precios estén bien calculados
y estemos, realmente, ante una situación de inflación ocultada por unos datos
que tergiversan la realidad. De ambos aspectos, hablaremos en próximas entradas
del blog.)
En España, la estadística
fundamental para seguir la evolución de los precios es la del Índice de Precios
al Consumo (IPC), que publica el Instituto Nacional de Estadística. Para cada
mes, se publica el Indicador Adelantado, al final del mes en cuestión y, al mes
siguiente, el dato definitivo, de modo que los últimos datos firmes
corresponden a abril de 2015 (http://www.ine.es/daco/daco42/daco421/ipc0415.pdf)
y los últimos datos adelantadas son los de mayo de 2015 (http://www.ine.es/daco/daco42/daco4218/ipce0515.pdf).
Si observamos los datos de abril
y los comparamos con toda la trayectoria anterior IPC, podemos apreciar algunos
hechos que resultan interesantes:
Fuente: INE
En el gráfico superior, se
observa en el IPC General cómo, después de que en marzo de 2014 cayera a una
variación interanual del -0,1%, volvió inmediatamente a tasas positivas (aunque
moderadas) en los meses siguientes, para volver a valores inferiores a cero (es
decir, indicativos de una situación de deflación) desde julio de 2014 hasta
abril de 2015 (es decir, hasta la actualidad). Si vemos, en cambio, la
inflación subyacente (es decir, la que excluye los precios de los productos
energéticos y de los productos alimenticios sin elaborar, o sea, los de aquellos
productos sometidos a mayores vaivenes y oscilaciones en su valor), observamos
que la situación de deflación sólo afectó a los meses de septiembre, octubre y
noviembre de 2014 y con una tasa de sólo el -0,1% en variación interanual. Por
tanto, aunque las variaciones de precios se mantiene en niveles moderados según
las estadísticas, el núcleo de dichas variaciones (es decir, lo que mide la
inflación subyacente) no presenta tendencias deflacionistas claras.
En los últimos tiempos, donde la
caída de los precios del petróleo parece haberse revertido, las tasas mensuales
de inflación han subido y cabe esperar que la tendencia del IPC sea que se
aproxime a la de la inflación subyacente, llegando a equipararse,
prácticamente, ambas líneas.
Fuente: INE
Los datos adelantados del IPC en
mayo refuerzan esta impresión y, de este modo, vemos, por un lado, que la línea
del IPC apunta a que, de un momento a otro, van a desaparecer las tasas
negativas.
Fuente: INE
Por otro, se observa que la tasa
de variación de precios en el mes de mayo de 2015 ha sido las más alta de los últimos
ejercicios.
Fuente: INE
Por lo tanto, aunque,
paradójicamente, estamos en una situación con tendencias deflacionistas, los
factores que pueden empujar rápidamente al alza el índice de precios siguen
estando presentes en nuestro sistema económico. Podremos ver más claro el
proceso si comparamos la evolución del índice de precios en los países de la
Eurozona y en España (en este caso, se refleja para nuestro país el llamado
IPCA, es decir, Índice de Precios al Consumo Armonizado, el cual ajusta los
criterios del IPC a los del resto de países europeos):
Fuente: INE
Se observa con claridad que el
paralelismo entre las cifras europeas y las nuestras es nítido y tajante. Si,
ahora, los niveles están por debajo de los de la Eurozona, tradicionalmente
siempre han estado por encima, como se aprecia en este gráfico que recoge todos
los datos desde enero del año 2000.
Fuente: INE (http://www.ine.es/prensa/ipca_tabla_dif.htm)
Sólo la crisis ha provocado la
caída del IPC español por debajo de los niveles de la Eurozona. Pero, continuando
estando presentes los mismos factores inflacionistas que en el pasado (por
ejemplo, la presencia de fuertes oligopolios en sectores básicos como el
energético o en la cadena de la distribución comercial) sólo cabe pensar que,
si entramos en una fase de recuperación vigorosa, las fuertes subidas de
precios volverán a aparecer. El comportamiento de los últimos meses del IPC así
lo atestigua.
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